St. Dominic Catholic Church

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Homilies


2019-9-8-Fr. Roberto-23rd Sunday-Yr C-Spanish

 

 

Me imagino que algunos de ustedes se han estado preguntando qué está haciendo esta silla aquí delante del altar. Bueno, la puse allí, porque quiero que te imagines que esta silla es más bien un trono. Representa el trono de tu corazón. En otras palabras, representa lo que está en el centro de tu vida, lo que es tu prioridad número uno. Entonces, quiero preguntarles ¿quién o qué está sentado en este trono en tu corazón?

 

En 1976, Cuando me gradué del Colegio de Occidental, aquí cerquita, el centro de mi vida y mi prioridad número era jugar basquetbol profesionalmente en algún lugar. Había jugado para el equipo del colegio por cuatro años, y quería seguir jugando. Sabía lo que quería y estaba dispuesto a hacer casi cualquier cosa para lograr ese sueño. En otras palabras, yo estaba sentado en este trono porque mi vida se trataba de mí y de lo que yo quería hacer con mi vida. Bueno, sabía que no era lo suficientemente bueno como para jugar para ningún equipo profesional en los Estados Unidos, así que, cuando un amigo mío me invitó a considerar hacer lo que él hizo después de graduar de Occidental – jugar para un equipo profesional en la Ciudad de México – puse toda mi energía y mis esperanzas en esa posibilidad. Llamé al entrenador en la Ciudad de México, y él me invitó a que llegara en tres meses, al final de ese verano, para darme una prueba para ver si podía integrarme a su equipo – ¡cuando yo colgué el teléfono, estaba yo loco con emociones para realizar mi sueño!

 

Pues me entrené fanáticamente durante esos tres meses, y después, llamé al entrenador mexicano de nuevo para finalizar los detalles de mi llegada allá para la prueba. Él ni siquiera se acordaba de mí ni de nuestra conversación, y me dijo que no me molestara para venir porque no me necesitaba, y luego colgó el teléfono. Me quedé atónito; todo mi trabajo duro y todos mis sueños de mi entera juventud de jugar básquet se derrumbaron en ese instante. Estaba devastado. Luego, para empeorar las cosas, al mismo tiempo, todo lo demás en mi vida también parecía un fracaso: mi novia acababa de romper conmigo, odiaba mi trabajo, estaba teniendo muchos pleitos con mis padres, y mi auto se descompuso. Mi vida era un desastre, y yo estaba súper deprimido.

 

Fue en medio de ese tiempo oscuro que mi mejor amigo me invitó a ir a su departamento y a hablar. Sabía que estaba pasando por un momento difícil y quería ayudarme. Una noche llegué a su departamento y comenzamos a hablar. En cierto momento de nuestra conversación, me preguntó si podía orar conmigo, y le dije que sí. Entonces, nos sentamos en el suelo de la sala, nos tomamos las manos y él comenzó a orar. Mientras rezaba una oración hermosa y conmovedora por mí, miré en la pared, por encima de su cabeza un Cristo colgando allí. Mientras miraba ese crucifijo, comencé a llorar como nunca en mi vida. Por primera vez en mi vida me di cuenta de que Jesús murió por , no solo por todos los demás en el mundo, sino por mí personalmente. Y me pegó como un relámpago que Jesús realmente me amaba. Sí, estaba pasando luchando mucho en mi vida en ese momento, pero al fondo de mi corazón, yo sabía que iba a salir adelante porque Jesús me amaba. También me di cuenta de que, hasta ese momento, mi vida se había tratado totalmente de mí: mis necesidades, mis deseos, mis sueños y mis prioridades. Me di cuenta de que necesitaba cambiar mi vida. Fue a partir de ese momento que decidí que quería vivir por Jesús y no por mí mismo. Ese fue el momento en que me quité de este trono de mi corazón y puse a Jesús allí. Fue el momento en que empecé a hacer mi vida todo por Jesús.

 

En el Evangelio de hoy, Jesús dice que todos tenemos que hacer lo mismo que yo hice aquella noche; o sea, todos tenemos que ponerlo a él en el trono de nuestros corazones. Ahora, por supuesto, no significa que tengas que hacerlo exactamente como yo lo hice, pero tengas que hacerlo de alguna manera porque eso es lo dijo Jesús hoy: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo”.  Jesús está usando este lenguaje exigente para enfatizar lo importante que es para nosotros hacer de él la prioridad número uno de nuestras vidas: antes de nosotros mismos, antes de nuestras posesiones, y aun antes de nuestra familia. En otras palabras, Jesús nos dice que tenemos que hacer que nuestras vidas sean todo por él. Todo por Jesús.

 

Elegí el lema, "Todo por Jesús", para esta serie de predicación de cuatro semanas porque, mis hermanos y hermanas, eso es lo que Jesús nos dice hoy en el Evangelio, y es lo que nos dice una y otra vez en los cuatro evangelios. Es por eso que Jesús fundó nuestra Iglesia Católica en primer lugar; es el núcleo de lo que nuestra Iglesia ha enseñado durante 2,000 años; es por eso que fuiste bautizado y confirmado; y es por eso que existes. Jesús quiere que hagamos nuestras vidas todo por él. No porque sea un egoísta o porque quiera que seamos sus esclavos, sino porque él sabe que esta es la única forma en que encontraremos la felicidad y el significado en nuestras vidas que todos ansiamos. El problema es que muy a menudo nos olvidamos de eso. Al igual que yo, como ese joven graduado universitario que quería jugar básquet profesional, a menudo pensamos que encontraremos nuestra máxima felicidad y significado si solo encontramos el trabajo o la carrera adecuados, si solo tenemos suficiente dinero o cosas, si solo encontramos la pareja perfecta, si solo tenemos el cuerpo o la apariencia correcta, etc. Ahora, por favor, comprendan que ninguna de esas cosas es mala, está bien esforzarte para tratar de lograrlas, y ciertamente pueden traernos algo de felicidad y satisfacción por un tiempo. Pero ninguna de estas cosas está destinada a estar en ese trono de tu corazón porque ninguna de ellas, y ni siquiera todas juntas, nos darán la felicidad y el significado duraderos y definitivos para los que fuimos creados.

 

Entonces, ¿qué significa que tu vida sea todo por Jesús? Bueno, eso es lo que vamos a ver en esta serie de predicación para este mes de septiembre. Pero déjenme decirles ahora mismo lo que no significa hacer tu vida todo por Jesús. No significa que tengas que ser un fanático religioso y hacer que las personas se sientan incómodas; no significa que tengas que ser sacerdote o hermana o hermano religioso, o un diácono. No significa que tengas que estar en la iglesia todo el tiempo o que tengas que vender todo lo que tienes o que tengas que renunciar a todas tus otras relaciones. Lo que sí significa hacer tu vida todo por Jesús es que Jesús, y solo Jesús, puede estar sentado en este trono de tu corazón; él y solo él puede estar en el centro de tu vida. Todas tus otras relaciones, todo lo que eres y todo lo que tienes tienen que estar determinados, formados y fluir por tu relación con Jesús. Es como la imagen en la primera página del folleto que recibieron al entrar en el templo. Vean a esa imagen, por favor: Jesús tiene que estar en el centro de todo lo demás en nuestras vidas porque de otra forma nuestras vidas no van a funcionar bien. Hacer que nuestras vidas sean todo por Jesús significa que tengamos que tener una relación con Jesús que sea personal, íntima, continua y la prioridad primordial de nuestras vidas.

 

Quiero terminar hoy dándoles algo en qué pensar hoy y a lo largo de esta serie de predicación. Está en la página 3 de sus folletos. Les invito a que piensen, en una escala del 1 al 10, con 1 siendo "pésimo", 5 siendo "más o menos" y 10 siendo "no podría ser mejor", ¿en dónde ubicarías tu relación con Jesús en este momento de tu vida? O sea, ¿estás luchando, estás tibio o realmente amas a Jesús? ¡Se honesto! Ahora, la siguiente pregunta es ¿qué necesitas hacer para mover tu relación con Jesús a un número más alto en esa escala? ¿Qué te impide hacer que tu relación con Jesús sea más importante en tu vida?

 

Mis hermanos y hermanas, la vida no se trata de ti o de mí; no se trata del dinero o de las cosas o del trabajo o la carrera; ni siquiera se trata de nuestra familia o amistades o de nuestro país o aun de nuestra iglesia. Se trata de Jesús; es todo por Jesús. Jesús es el fundamento y el centro de nuestra fe católica, y Jesús tiene que ser el fundamento y el centro de tu vida.