St. Dominic Catholic Church

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Homilies


El Burro de Mi Papá 2020-5-31 Pentecostés P. Roberto

 

 

Homilía para Pentecostés – Años ABC
P. Roberto Corral, OP
Parroquia de Santo Domingo, Los Angeles, CA
31 de mayo 2020

Título: El Burro de Mi Papá
Tema: A veces se necesita un incendio para que nos movamos.
Lecturas: Hechos 2,1-11; Gálatas 5,16-25; Juan 15,26-27; 16,12-15

Mi padre nació en 1906 en Magdalena, Sonora, un pequeño pueblo en el norte de México. Una vez me dijo que cuando él era un niño pequeño, de unos 6 o 7 años, lo pusieron a cargo del burro de la familia. Era su trabajo llevar el burro por el pueblo y sus alrededores, buscar y recoger cosas que podrían servir a la familia y llevar las cosas de regreso a su hogar. Todo estuvo bien durante los primeros días; pero un día, después de que mi padre había cargado el burro con algunas cosas y se dirigían a casa, el burro simplemente se detuvo y se negó a moverse un paso más. Mi padre intentó jalar al burro por la cuerda que estaba atada a él, pero nada. Luego trató de empujarlo desde atrás, y nada. Finalmente, golpeó al burro en el trasero tan fuerte como pudo, y aun así el burro no se movió.

Mi padre estaba tan frustrado que comenzó a llorar y corrió a la casa y pidió ayuda de uno de sus hermanos mayores. Su hermano mayor regresó con él a donde el burro todavía estaba parado y con calma le dijo a mi padre qué es lo que tenía que hacer. Le dijo a mi padre que reuniera cualquier hierba seca, hojas y ramitas que pudiera encontrar cerca. Luego le dijo a mi padre que acumulara todas esas cosas secas debajo de la barriga del burro. Cuando mi padre hizo eso, su hermano sacó una cerilla y prendió fuego al pequeño montón de cosas. Y efectivamente, tan pronto como ese pequeño burro sintió el fuego tocar su barriga, ¡se movió! De hecho, ¡se fue corriendo! Entonces mi papá tuvo que correr tras él y traerlo de regreso. Pero consiguió que se moviera; y me dijo que ese truco funcionó cada vez.

Bueno, a veces también hace falta un fuego para que los seres humanos nos movamos, ¿verdad? Y eso es lo que celebramos hoy en esta gran fiesta de Pentecostés: el fuego del Espíritu Santo que hizo que esos primeros discípulos de Jesús despegaran como el burro de mi padre. El Espíritu Santo es el Fuego Santo de Dios que encendió una llama en los corazones de los discípulos, ¡y debajo de sus traseros! La cosa es que los discípulos de Jesús habían estado inmóviles como ese burro durante siete semanas. Durante siete semanas, supieron que Jesús había resucitado de la muerte. Durante siete semanas, el Señor resucitado se les había aparecido varias veces. Y, sin embargo, durante siete semanas todavía estaban paralizados por el miedo, la incertidumbre y la duda, y simplemente no podían avanzar en sus vidas; estaban atorados. Así que, durante siete semanas se habían escondido detrás de puertas cerradas, sin estar seguros de lo que debían hacer.

Entonces, algo les sucedió en esta fiesta de Pentecostés: el Espíritu Santo vino sobre ellos en lenguas de fuego, según nuestra primera lectura, y fueron cambiados...para siempre. En Pentecostés, el Espíritu Santo les prendió fuego, y luego irrumpieron por esas puertas cerradas, comenzaron a predicar sobre Jesús y nunca retrocedieron. Ya no tenían miedo, ya no estaban inseguros, y ya no estaban atorados. Después de Pentecostés, esta bola de cobardes paralizados se volvió imparable. Se volvieron tan valientes, tan apasionados y tan centrados en su fe que miles de personas se unieron a ellos. Y el Espíritu Santo no se detuvo allí. El Espíritu seguía prendiendo fuego a generación tras generación de cristianos hasta que finalmente, después de 300 años, ¡el cristianismo venció al imperio más grande que el mundo había conocido! ¡Los cristianos no solo vencimos al Imperio Romano, sino que lo convertimos al cristianismo! ¿Amén? ¡Amén!

¡Mis hermanos y hermanas, ésta es nuestra herencia católica cristiana! Esto es lo que el Espíritu Santo ha seguido haciendo durante 2.000 años. Solo miren la increíble historia de nuestra Iglesia Católica; solo miren a todos los santos, mártires y otros que han impactado nuestras vidas, nuestra Iglesia y nuestro mundo precisamente porque el Espíritu Santo los había encendido. ¿Y saben qué? ¡Tú y yo recibimos ese mismo Espíritu Santo en nuestro Bautismo y Confirmación, y está dentro de nosotros ahora mismo! Dios no nos dio a ti ni a mí un Espíritu Santo diferente o menos del Espíritu Santo del que les dio a los primeros cristianos o cualquiera de esos santos. Entonces, la pregunta es, ¿qué estamos haciendo tú y yo con el fuego y el poder del Espíritu Santo que está dentro de nosotros?

Ahora, esto no significa que tengas que salir y hacer algo que vaya a salir en las noticias o que debas convertirte en un fanático de algún tipo. Más que nada, significa vivir tu fe con propósito y con pasión. ¿Puedes decir que vives tu fe católica con propósito y pasión? ¡Dios no nos dio su Espíritu Santo, este increíble poder y vida dentro de nosotros, solo para que pudiéramos ser católicos pasivos, mediocres, y culturales que vengamos a Misa de vez en cuando! Dios quiere que vivamos nuestra fe con propósito y pasión, con coraje y compromiso.

Y, no sé de ustedes, pero creo que podemos usar ese tipo de fe en nuestro mundo en este momento, especialmente durante esta pandemia, ¿Qué no? En este momento, nuestro mundo necesita católicos que vean a todas las personas como hijos de Dios cualquiera que sea su color, raza, religión o partido político. Necesitamos católicos que traten a todos con dignidad y respeto y que no abusen de su autoridad y poder. Necesitamos católicos valientes que protesten contra las injusticias en el mundo, pero que lo hagan pacíficamente, no con violencia o alborotos. Necesitamos católicos nobles y generosos que continúen sacrificándose, sirviendo y cuidando a los demás en esta pandemia, incluso si eso significa inconvenientes e incluso riesgos para ellos mismos. Necesitamos católicos que, porque confían en Dios, sigan siendo agradecidos, tranquilos e incluso alegres en medio de este momento difícil. Eso es lo que Dios quiere que seamos: católicos cristianos llenos del Espíritu y encendidos por el Espíritu.

Entonces, en este momento, me gustaría hacer lo que hice aquí en Sto. Domingo hace unos meses; me gustaría tener un llamado al altar porque creo que el Espíritu Santo quiere bendecir y llenar a cada uno de nosotros con su gracia, su fuerza y su fuego. Por supuesto, sería mejor si estuviéramos todos juntos en la iglesia, como lo estuvimos la última vez que hicimos esto, pero el Espíritu Santo no está limitado o disminuido por nuestra situación actual de distanciamiento social. Entonces, para aquellos de ustedes que están viendo la Misa en casa, los invito a ponerse de pie o arrodillarse, como gusten, mientras los guío a través de esta oración para que el Espíritu Santo venga a ustedes una vez más. Pueden abrir sus manos con las palmas hacia arriba como un signo de su disponibilidad de recibir lo que el Señor quiere darles en este momento. Les invito ahora a concentrarse, a respirar profundamente y a abrir su corazón y su mente al Señor. Por favor repitan después de mí:

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Oración de Compromiso
Señor Jesús, // gracias por enviar tu Espíritu // sobre tus discípulos en Pentecostés //
y sobre mí // en mi bautismo y confirmación. //
// Vengo ante ti ahora // y te pido que liberes el poder // de tu Espíritu dentro de mí. //

Dame una fe más profunda; // dame una fe apasionada. // Ayúdame a amarte más. // 
Dame el coraje // para superar mis miedos y ansiedades, //
especialmente durante esta pandemia. //

Y ayúdame a dejar a un lado // cualquier sentimiento de culpa o indignidad // de resentimiento, amargura o ira. //
 Espíritu Santo, cámbiame para lo mejor; // y enciende mi alma en llamas. // Amén.

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Ahora, invito a cada uno de ustedes a pasar unos momentos reflexionando sobre las palabras que acabas de decir y sobre el compromiso que has hecho. Puedes permanecer de pie o de rodillas o sentarte y dejar que el Señor te hable en tu corazón…

Como dije la última vez que hicimos un llamado al altar, esto no pretende ser solo una sensación agradable por un momento y luego volver a todo igual que antes. Debemos continuar abriendo nuestros corazones al Espíritu Santo de Dios y hacer un seguimiento de lo que hemos hecho hoy. Tengo algunas preguntas y sugerencias en las que puedes pensar en el paquete para la Misa de hoy.

Para todos nosotros, ya sea que hayamos hecho esta oración de compromiso o no, recordemos que tenemos el mismo Espíritu, la misma fe y la misma misión que los primeros discípulos de Jesús. Vivamos nuestra fe católica con el coraje, el poder y el fuego del Espíritu Santo. ¡Amén!