St. Dominic Catholic Church

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Homilies


Recibir a Jesús y Ser Jesús 2020-6-14 Corpus Christi P. Roberto

 

 

 

Homilía para el Cuerpo y la Sangre de Cristo – Año A
P. Roberto Corral, OP
Iglesia de Sto. Domingo, Los Angeles, CA
14 de junio de 2020

Título: Recibir a Jesús y Ser Jesús
Tema: Dios quiere que recibamos a Jesús en la Eucaristía para que podamos ser Jesús para los demás.
Lecturas: Deuteronomio 8,2-3. 14-16; 1Corintios 10,16-17; Juan 6,51-58

Me imagino que algunos de ustedes se recuerdan de la Misa latina que se celebraba hace muchos años. Esa Misa se celebraba con el sacerdote aquí arriba en el altar y de espaldas al pueblo. Y muy a menudo en aquellas hermosas iglesias antiguas, el altar estaba muy por delante, separado de la congregación por una barandilla donde se recibía la comunión de rodillas. Entonces, en esa Misa latina, ¿cuál era el enfoque del culto? El enfoque era adorar a un Dios que era majestuoso, trascendente y mucho más allá de nosotros. En muchos sentidos, fue una Misa muy hermosa, con incienso, canto gregoriano, latín, por supuesto, y, sobre todo, un gran sentido de oración, misterio y temor en la presencia de Dios.

Luego, en los años sesenta, el Concilio Vaticano II cambió dramáticamente la Misa. El sacerdote se volteó para estar frente al pueblo, se empezó a celebrar la Misa en el lenguaje del pueblo en lugar del latín, se retiró la barandilla de la comunión y se empezaron a construir iglesias para que la congregación estuviera más cerca del altar y también capaces de ver el rostro del uno al otro. Y en algunas iglesias, el altar se trasladó para estar más cerca de la asamblea. Entonces, en la Misa del Vaticano II que celebramos hoy, ¿cuál es el enfoque nuestro culto? El enfoque es adorar a un Dios que está aquí entre nosotros, en medio de la comunidad, ¿verdad? ¿Pueden sentir esa diferencia entre esas dos Misas? Ahora bien, no estoy menospreciando la Misa latina; sólo estoy diciendo que el enfoque era diferente de lo que es ahora. El Vaticano II quería que entendiéramos que, sí, nuestro Dios está verdaderamente más allá de nosotros, trascendente y majestuoso, pero, sobre todo, Dios está aquí con nosotros, en medio de nosotros.

La semana pasada, celebramos la Santísima Trinidad: nuestra creencia cristiana de que Dios es tres personas distintas – Padre, Hijo y Espíritu Santo – pero todavía un solo Dios. Esa creencia nos hace diferente de todas las demás religiones del mundo. Y, como parte de nuestra creencia en la Santísima Trinidad, creemos que Jesús, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo Eterno de Dios, se hizo un ser humano. Nació en nuestro mundo, vivió, sufrió murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos para otorgarnos vida eterna. Una vez más, ninguna otra religión en el mundo se atreva a creer eso. Por ejemplo, para nuestros hermanos judíos y musulmanes, aunque creemos en el mismo Dios, para ellos, Dios nunca dejaría atrás su divina majestad y se humillaría para convertirse en un ser humano, mucho menos para sufrir y morir en la cruz por nosotros. ¡Para ellos y para todos los no cristianos esto es totalmente absurdo! Pero eso es lo que creemos nosotros. ¿Por qué creemos eso nosotros? Porque creemos que nuestro Dios nos ama tanto. Creemos que Dios quiere tanto estar con nosotros y que estemos con él para siempre que moriría para que eso fuera posible.

Pero entonces nuestro maravilloso Dios no se detiene ahí. Hoy, los católicos celebramos la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la proclamamos que Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, nos da todo su ser – Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad – cada vez que venimos a la Misa y recibimos la comunión. Otra vez podemos preguntar por qué haría eso. Y la respuesta es la misma: porque eso es lo mucho que nos ama; eso es cuán de cerca quiere estar a nosotros. No sólo quiere estar con nosotros a nuestro lado; no sólo quiere estar en nuestros pensamientos y oraciones, sino que quiere estar físicamente dentro de nosotros, en cada centímetro de nuestro propio cuerpo mientras que digerimos su Cuerpo y Sangre después de recibir la comunión; o sea, quiere estar en cada parte de nuestro ser. Mis hermanos y hermanas, ¿entienden lo que Dios nos está diciendo? A través de todo lo que creemos como católicos, a través de todo lo que hacemos en la Misa, Dios nos está diciendo una y otra vez que no quiere ser simplemente un Dios lejano en algún lugar allá afuera, sino que quiere estar aquí con nosotros y aun en nosotros.

Ahora bien, todo esto, por hermoso y profundo que sea, no nos servirá de nada si no lo creemos, si no lo tomamos en serio, y si no recibimos a Jesús en la Eucaristía. Y eso es lo que dice Jesús en el Evangelio de hoy. Seis veces en diferentes maneras en nuestro Evangelio de hoy él nos dice que tenemos que comer su carne y beber su sangre. Y dice: “Si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes.” ¡Es obvio que Jesús piensa que es importante para nosotros recibirlo en la Eucaristía!

Yo sé que para muchos de ustedes que miran la Misa en línea, eso es probablemente lo que más extrañan: recibir a Jesús en la Eucaristía, ¿verdad? Mucha gente me ha dicho que les gusta ver la Misa en línea, y el Acto de Comunión Espiritual que decimos es agradable, pero no es lo mismo, ¿verdad? Su perseverancia y su gran anhelo de recibir a Jesús en la comunión durante casi tres meses es un gran testimonio de su fe. Bueno, nos estamos acercando a celebrar la Misa aquí en Sto. Domingo una vez más. Les contaré más sobre eso durante los anuncios.

Quiero terminar por hacer un comentario sobre la frase "el Cuerpo de Cristo." Esta frase tiene dos significados importantes para nosotros los católicos. Primero, el Cuerpo de Cristo se refiere a la hostia consagrada que recibimos en la comunión que, otra vez, es el sagrado Cuerpo de Jesús. Pero la frase “el Cuerpo de Cristo” también se refiere a nosotros, la comunidad de creyentes – nosotros somos el Cuerpo de Cristo como dice San Pablo hermosamente en su Primera Carta a los Corintios. Unos siglos después de San Pablo, San Agustín vinculó estos dos significados por decir que cuando recibimos la Eucaristía debemos llegar a ser lo que comemos. Así que, comemos el Cuerpo de Cristo para convertirnos en el Cuerpo de Cristo. En otras palabras, recibimos la comunión para volvernos más y más como Jesús el uno para el otro, para llegar a ser cada vez más el Cuerpo de Cristo, la presencia viva de Jesús en el mundo. En otras palabras, recibimos a Jesús en la Eucaristía para que podamos ser Jesús para los demás.

Mis hermanos y hermanas, ¡qué Dios tan increíble tenemos! ¡Qué increíble fe cristiana católica se nos ha dado! Una vez más, ninguna otra religión en el mundo puede acercarse de lo que creemos sobre Dios y sobre lo que Dios hará para estar con nosotros y para estar en nosotros. Dios no es simplemente un Dios lejano, allá afuera; es un Dios aquí con nosotros y dentro de nosotros. Y Dios quiere que comamos el Cuerpo de Cristo para que podamos ser el Cuerpo de Cristo, para que podamos ser Jesús para los demás.