St. Dominic Catholic Church

2002 Merton Ave | Los Angeles, CA 90041 | (323) 254-2519

Homilies


Ríndete para Ganar 2020-8-30 22° Domingo Año A P. Roberto

 

 

Homilía del 22° Domingo del Tiempo Ordinario – Año A
P. Roberto Corral, OP
Iglesia de Santo Domingo, Los Ángeles
30 de agosto de 2020

Título: Ríndete Para Ganar
Tema: Si queremos "ganar" en la vida, tenemos que entregarnos al Señor.
Lecturas: Jeremías 20, 7-9; Romanos 12, 1-2; Mateo 16, 21-27

Estoy seguro de que la mayoría de los que estamos aquí sabemos lo que significa cuando alguien ondea una bandera blanca como esta, ¿verdad? Significa que...me rindo. Las palabras  “me rindo” son dos de las palabras más repulsivas en casi todas las culturas del mundo. Son repulsivas porque quieren decir que tiro la toalla, que no puedo manejarlo, que no soy lo suficientemente fuerte o lo suficientemente bueno, soy un cobarde, y pierdo. Nadie quiere ser un cobarde y nadie quiere ser un perdedor, ¿verdad? Sin embargo, lo que quiero decirles hoy es que, irónicamente, la clave para una vida espiritual madura, para una relación profunda con Jesús y, por tanto, la clave para tener una vida llena de felicidad, propósito y paz es precisamente rendirse.

Alcohólicos Anónimos y todos los programas de recuperación de 12 pasos han ayudado a millones de personas a recuperar la sobriedad de adicciones de todo tipo. Son programas tremendos, tienen una espiritualidad profunda, y aparte, tienen muchos dichos geniales. Uno de mis favoritos es éste: ríndete para ganar. Eso es lo que los adictos tienen que hacer para volverse sobrios: no solo tienen que dejar su adicción, sino que sobre todo, también tienen que entregar sus vidas a lo que ellos llaman “un poder superior”, es decir, Dios, porque esa es la única manera que encontrarán y se mantendrán sobrios, por darse cuenta de que no pueden hacerlo solos y pedirle ayuda a Dios. Esa es la única forma en que ganarán sobre su adicción, y que ganarán en la vida. 

Y eso es lo mismo que todos tenemos que hacer para ser un verdadero discípulo de Jesús: tenemos que darnos cuenta de que no podemos salvarnos a nosotros mismos, que necesitamos la ayuda de Jesús, y por lo tanto, tenemos que entregarle nuestra vida. Y cuando hagamos eso, encontraremos felicidad, propósito y paz. Entonces, también ganaremos en la vida. ¿Y saben qué? Las tres lecturas de hoy tratan de la idea de rendirse al Señor y, por lo tanto, tratan de rendirse para ganar.

El pobre profeta Jeremías, en la primera lectura, lo está pasando muy mal. Jeremías ha estado hablando fielmente la palabra de Dios a la gente, pero no es una palabra muy fácil o popular. De hecho, a esta altura de su vida, debido a que Jeremías ha denunciado a los líderes políticos y religiosos, ha sido azotado y colocado en cepos frente al templo de Jerusalén para que cualquiera que pase por ahí pueda maldecirlos, escupirlo, pegarlo con algo o simplemente reírse de él.

Entonces, en la lectura de hoy, Jeremías está bastante enojado con Dios y le dice: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”. En otras palabras, le está diciendo a Dios: “Dios, realmente me decepcionaste. Estoy sufriendo y parece que no te importa. Esto no es justo; esto no es lo que esperaba cuando decidí seguirte. Estoy tratando de hacer lo correcto y todo lo que tengo son problemas y cosas que no funcionan. ¿Por qué confié en ti en primer lugar?" Ahora, ¿cuántos de ustedes se han sentido así alguna vez? ¡Sean honestos!

Jeremías está tan desilusionado, frustrado y enojado que decide que no mencionará a Dios ni hablará más en su nombre. Pero, al final de nuestra lectura de hoy, Jeremías experimenta un cambio de corazón. Se da cuenta de que simplemente no puede retener la palabra de Dios dentro de sí porque es como un fuego que arde en su corazón y tiene que dejarlo salir. Entonces, Jeremías se rinde a Dios; en otras palabras, entrega su propia agenda, su visión de cómo Dios debe actuar y cómo Dios debe usarlo, y básicamente dice: “Señor, soy todo tuyo; utilízame como quieras”. Y, debido a que Jeremías se rindió, ganó; siguió siendo uno de los profetas más fieles y poderosos de Dios del Antiguo Testamento.

La segunda lectura de la Carta de Pablo a los Romanos tiene algunas escrituras buenísimas y desafiantes, pero no voy a hablar sobre ellas porque quiero enfocarme en el Evangelio de hoy. Acabamos de escuchar a Jesús regañar a Pedro y llamarlo Satanás. ¡Guau! ¿Por qué reaccionó Jesús con tanta fuerza cuando Pedro le dijo que no fuera a Jerusalén a sufrir y ser asesinado? Porque Pedro, sin darse cuenta, estaba socavando la determinación de Jesús de completar su misión de morir por nuestros pecados y, por lo tanto, Pedro estaba yendo en contra del plan de Dios para salvar al mundo. Pedro también estaba tratando de imponerle a Jesús su visión de qué tipo de Mesías tenía que ser Jesús: un Mesías todopoderoso, militar y político que vencería al Imperio Romano, resolvería los problemas de todos y haría la vida fácil. 

Entonces, Jesús se lanza a las Escrituras que son el corazón de este Evangelio y el corazón del discipulado: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará”. En otras palabras, Jesús nos está diciendo a todos: “Si quieres ser mi discípulo, tienes que rendirte a mí. Tienes que entregarme tu ego, tu agenda, tu visión de cómo Dios debería actuar, cómo debería ser el mundo, cómo debería funcionar tu vida. Si intentas imponerme tu voluntad, no funcionará; perderás tu fe y tu vida; pero si sometes tu voluntad a la mía, encontrarás tu vida. Encontrarás felicidad, propósito y paz. Ríndete a mí y ganarás en la vida”. Ríndete para ganar.

Ahora, por favor, entiendan que no es como si Jesús fuera un tirano que quiera imponernos su voluntad para mostrarnos que él es el mero mero. El caso es que Jesús nos conoce y nos ama más y mejor de lo que nos conocemos y amamos a nosotros mismos. Por eso quiere lo mejor para nosotros, y sabe que eso solo nos llegará si nos entregamos a él renunciándonos a nosotros mismos, tomando nuestra cruz y siguiéndolo. Entonces y solo entonces ganaremos en la vida.

Mis hermanos y hermanas, Jeremías, Pablo, Pedro y todos los verdaderos discípulos de Jesús durante los últimos 2000 años tuvieron que caminar por ese mismo camino difícil de la rendición. Todos tuvieron que entregar su ego, su agenda y su necesidad de tener el control. Y ninguno de ellos lo hizo solo una vez porque rendirse es un proceso continuo a lo largo de la vida. Entonces, la pregunta es, ¿estamos tú y yo listos para rendirnos? O a lo mejor hay una parte de nuestras vidas, una situación, una relación, una cosa que todavía no hemos entregado a Jesús? Hermano, hermana, suéltatela y entréguela a Jesús sea lo que sea. Ríndete a Jesús. Ríndete para ganar.
Me gustaría terminar hoy con una hermosa oración de entrega compuesta por el Beato Carlos de Foucauld llamada Una Oración de Abandono:

Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.

Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo, lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón,
porque te amo, y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida, 
con infinita confianza, porque Tu eres mi Padre.

Amén.