St. Dominic Catholic Church

2002 Merton Ave | Los Angeles, CA 90041 | (323) 254-2519

Homilies


La Libertad del Perdón

 

 

Homilía del 24° Domingo del Tiempo Ordinario - Año A
P. Roberto Corral, OP
Parroquia de Sto. Domingo, Los Ángeles, CA
13 de septiembre de 2020

Título: La Libertad del Perdón
Tema: Jesús quiere que seamos libres de la carga de no perdonar.
Lecturas: Sirácides 27, 30 – 28, 7; Romanos 14, 7-9; Mateo 18, 21-35 

Hace varios años, una mujer llamada Marietta y su esposo, Guillermo, llevaron a sus cinco hijos a acampar. Una noche durante esa excursión, su hija menor de siete años, Susie, fue secuestrada. Durante semanas y luego meses, la familia, la policía e incluso el FBI buscaron a Susie pero no la encontraron. Durante ese tiempo, como pueden imaginar, Marietta y Guillermo y toda la familia se llenaron de odio por la persona que había tomado a la niña aunque no sabían quién era. 

Pero, una noche, cuando no podía dormir, Marietta, la mamá, oyó una voz que le decía: "No quiero que te sientas de esta manera." Mientras reflexionaba sobre esa voz y el mensaje durante los siguientes días, se dio cuenta que su odio no la estaba ayudando a encontrar a su hija, y al contrario la estaba consumiendo desde adentro. Entonces comprendió que era Dios quien le hablaba, y lentamente, muy lentamente, empezó a soltarse de sus sentimientos de odio, rabia, y venganza. Y luego, después de unos meses, milagrosamente, empezó hasta orar por él secuestrador. Tomó mucho tiempo, pero poco a poco su corazón comenzó a cambiar.

Por fin, después de un año, el FBI encontró y arrestó al hombre que había llevado a su hija. Él confesó de haberla secuestrado y, lamentablemente, de haberla asesinado una semana después de que la tomara. Y poco después de su confesión, se suicidó. Qué tragedia, ¿verdad? Pero a pesar de todo, Marietta siguió su camino de superar la pérdida de su hija y de perdonar al secuestrador. En cambio, Guillermo, su esposo, nunca fue capaz de soltarse de su ira. Siguió llenándose de odio y rencor. Empezó a llevar una pistola consigo a todas partes, y desarrolló úlceras sangrantes y problemas cardíacos. Luego, catorce años después del secuestro, se murió de un ataque de corazón a los 56 años.

Hermanos y hermanas, con esta pareja tenemos dos ejemplos de cómo manejar la ira, el odio y las heridas de la vida. Son ejemplos muy extremos, pero aun así nos destacan lo que Jesús nos está diciendo en el Evangelio de hoy sobre la necesidad del perdón. Jesús dice a Pedro y a nosotros que tenemos que perdonar no solamente siete veces, ¡sino setenta veces siete veces, o sea, tenemos que perdonar siempre!

¿Por qué Jesús nos da esta enseñanza increíblemente difícil? ¿Quiere hacernos sufrir? No, justo lo contrario. Jesús quiere que seamos sanos y libres. Jesús sabe muy bien cuán difícil puede ser perdonar a alguien que nos ha herido a nosotros o a un ser querido, pero también sabe que, en última instancia, perdonar es la única manera de ser libres – libres de la prisión del odio y de la amargura. 

Permítanme enseñárselo de otra forma muy concreta. Si alguien me ha ofendido seriamente, y yo me lleno de odio por aquella persona y no la quiero perdonar, es como si yo cogiera esta botella aquí de veneno y yo mismo tomara veneno todos los días para que se muriera el ofensor. No es lógico, ¿verdad? Esto es exactamente lo que dice un dicho muy perspicaz: “No perdonar es como tomar veneno cada día uno mismo, esperando que la otra persona se muera.” O sea, nuestro odio y amargura mata a nuestro espíritu mientras que ni siquiera afecta a quien nos lastimó.
¿Cuántas personas conocemos q son consumidas por ira/odio/amargura; guardado un rencor por años y años; gente que pierde tanto tiempo y energía emocional aferrándose a esa herida, pensando en la venganza. Si no perdonamos, dejamos que aquella persona y aquella situación sigan teniendo poder sobre nosotros.

En cambio, ¡hermanos y hermanas, el amor y el perdón nos dan vida y libertad! De hecho, hay estudios que demuestran que personas que aprenden a perdonar sufren menos ansiedad o depresión, tienen una mayor autoestima y pueden disfrutar incluso de una mejor salud física. 

¿Será posible q D nos esté hablando como habló a Marietta, la madre de la niña secuestrada aquella noche hace años: "No quiero q te sientas de esta manera?" ¿Será posible que éste sea el momento de que te liberes del veneno y prisión de la ira, la amargura y el deseo de vengarte? No importa si el ofensor esté arrepentido o no, o que te pida perdón o no. El perdón se trata de q tú te liberes a ti mismo haga lo que haga el ofensor.

Hermanos y hermanas, el Evangelio de hoy y la historia de Marietta y Guillermo son pruebas de que el perdón es la única solución si queremos vivir vidas saludables, felices y libres. No hay otra solución, y no hay otra manera que funcione.