St. Dominic Catholic Church

2002 Merton Ave | Los Angeles, CA 90041 | (323) 254-2519

Homilies


El Rey de Amor 2020-11-22 P. Roberto

 

 

Homilía de Cristo Rey – Año A
P. Roberto Corral, OP
Iglesia de Sto. Domingo, Los Ángeles, CA
22 de noviembre de 2020

Título: El Rey de Amor
Tema: Solo por rendirnos al Rey de amor podemos encontrar nuestra felicidad.
Lecturas: Ezequiel 34, 11-17; 1 Corintios 15, 20–28; Mateo 25, 31–46

Voy a empezar por cantar el refrán de una canción muy conocida, “El Rey:” “Con dinero y sin dinero, yo hago siempre lo que quiero, y mi palabra es la ley. No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, ¡pero sigo siendo el rey!” Como muchos de ustedes saben, es la canción favorita de Padre Francis y una canción muy divertida que todos hemos escuchado e inclusive cantado muchas veces, ¿verdad? Y eso está bien. 

Sin embargo, pone en relieve una actitud machista y egoísta que va en contra de la fiesta que celebramos hoy de Cristo Rey. La canción termina con las palabras “…sigo siendo el rey,” o sea, 
“yo decido, yo mando, yo soy el mero mero, el queso grande, el más fregón, etc. Ahora bien, claro que hay personas que sí tienen cierta autoridad y poder en nuestras vidas, por ejemplo, 
los padres de familia, los jefes del trabajo, los líderes de las iglesias – ¡como yo! – los líderes del estado, etc. Y por la naturaleza de su autoridad, estas personas tienen que mandar a veces, y eso está bien. Pero cuando lideran con arrogancia y faltando respeto, simplemente imponiendo su autoridad y poder, eso es un gran delito. Esas personas arrogantes suelen creer que son reyes o reinas de un “reino,” o sea, de un área, de un campo o de algún lugar. Suelen pensar por ejemplo, “Ésta es mi casa, mi cocina, mi carro, mi trabajo, mi pareja, mi forma de pensar,” etc., y ¡no me la quites, no me la cambies, y no te metas tu pata aquí! 

Lamentablemente, esta actitud se puede encontrar aun en la iglesia. ¿Cuántos párrocos o sacerdotes piensan que “ésta es mi iglesia, mi parroquia, y ustedes los feligreses no tienen derecho de tener ninguna opinión; más les vale saber que aquí yo mando? Por supuesto, las hermanas religiosas nunca piensan así, solo nosotros los sacerdotes, ¿verdad, Sor Lidya? 
¿Cuántos servidores, después de servir en algún ministerio por unos años, piensan que “éste es mi ministerio? Y no dejan que los nuevos servidores tengan ningún derecho de sugerir algún cambio porque “siempre lo hemos hecho así como yo lo hago.” ¿Sí o no? Bueno, yo creo que todos tenemos que luchar contra esa actitud egoísta y soberbia, sobre todo los que tenemos alguna autoridad o poder. 

Nuestra fiesta de hoy de Cristo Rey, es una oportunidad para reconocer y aprender dos cosas importantes al respecto. Primero, que solo Jesús es el rey verdadero. Solo él es el mero mero y el queso grande, y nosotros no lo somos. Por lo tanto, tenemos que rendirnos a él y someternos a su reinado. Tenemos que reconocerlo a él como nuestro pastor y reconocer que nosotros – 
a pesar de la autoridad, el poder, puesto o título que tengamos – seguimos siendo sus ovejas de él. Él manda y nos toca a nosotros seguir sus mandamientos y enseñanzas si queremos encontrar seguridad y alimento en nuestras vidas y para que nada nos haga falta.

La segunda cosa que tenemos que reconocer y aprender hoy es cómo quiere Jesús nuestro rey que llevemos nuestras vidas, y cómo quiere él que vivamos nuestra fe. Y eso nos lo enseña en el Evangelio de hoy que es uno de mis favoritos porque nos recuerda que a fin de cuentas, nuestra religión y nuestra vida se tratan del amor sobre todo. En este Evangelio, Jesús nos dice que seremos juzgados al final de nuestras vidas, no por cuántas veces hayamos venido a Misa, 
ni por qué bien conozcamos la Biblia, ni por la autoridad o el poder que hayamos tenido, 
sino por el amor que hemos dado, sobre todo a los necesitados. Jesús, nuestro Buen Pastor, nuestro Rey y Señor, nos está diciendo que la ley de su reino es el amor. Y la cosa es que Jesús no nos está imponiendo sus leyes y reglas, como un rey cualquiera, simplemente para que nosotros lo obedezcamos, es que él sabe bien que esa es la única forma en que nosotros vamos a realizarnos y a encontrar nuestra verdadera felicidad en esta vida.

Así que hermanos y hermanas, si tenemos alguna autoridad o poder en nuestras vidas, ejerzámoslo con amor. No se trata de defender o aumentar mi “reino,” mi palanca, mi mando, mi partido político, mi reputación, mi forma de pensar, etc. Ni siquiera se trata simplemente de obedecer los mandatos de Jesús. Se trata más de nada de ser como Jesús nuestro Rey y 
de amar a otros como él nos ama. 

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva su reino de amor!