St. Dominic Catholic Church

2002 Merton Ave | Los Angeles, CA 90041 | (323) 254-2519

Homilies


¿En Qué Tipo de Dios Crees? Navidad 2020 P. Roberto

 

 

Homilía de Navidad
P. Roberto Corral, OP
Iglesia de Santo Domingo, Los Ángeles, CA
25 de diciembre de 2020

Título: ¿En Qué Tipo de Dios Crees?
Tema: El único Dios verdadero es amoroso, misterioso y no puede ser manipulado ni controlado.
Lecturas: Isaías 9: 1-6; Tito 2: 11-14; Lucas 2: 1-14

Érase una vez un niño de ocho años que deseaba desesperadamente una bicicleta para Navidad, y quería hacer todo lo posible para garantizar que la conseguiría. Entonces, decidió sentarse y escribirle una carta a Jesús. Esto es lo que escribió: “Querido Jesús, si te aseguras que me regalen una bicicleta para Navidad, te prometo que me portaré bien por dos meses”. 

Pero luego se dio cuenta de que dos meses era demasiado tiempo para ser bueno. Así que botó la carta, sacó otra hoja de papel y escribió: “Querido Jesús, si te aseguras que me regalen una bicicleta para Navidad, te prometo que me portaré bien por un mes”. Pero de nuevo, no estaba seguro de poder hacer eso, así que botó la carta otra vez y sacó otra hoja. “Querido Jesús, si te aseguras que me regalen una bicicleta para Navidad, te prometo que me portaré bien por dos semanas”.

Pero aun así, le parecía pedir demasiado de sí mismo. Entonces, se quedó pensando por un tiempo y se preguntó qué iba a hacer. Entonces, tuvo una idea brillante. Se levantó de su escritorio, corrió a la recámara de sus padres, tomó la estatua de la Santísima Virgen María de su madre, se la llevó con cuidado a su recámara, la envolvió en una toalla y luego la guardó en su armario. Luego se sentó y escribió: "Querido Jesús, si quieres volver a ver a tu mamá..."

Es una historia linda, pero creo que también es bastante reveladora, porque a veces tú y yo podemos ser como ese niño al tratar de hacer que Dios nos dé lo que queremos. Por ejemplo, a veces, cuando queremos desesperadamente algo para nosotros o para un ser querido, tratamos de sobornar a Dios prometiéndole ir a Misa, rezar más, maldecir menos, ser una persona más amable, etc. O similarmente, pensamos que tenemos que ganarnos el amor o las bendiciones de Dios por hacer cosas buenas. Así, podemos llegar a pensar que mientras más cosas buenas hacemos, más nos debe Dios. 

Esto es tratar a Dios como una divina máquina expendedora, o sea, pensamos que si ponemos el dinero suficiente y presionamos los botones correctos, por así decirlo, entonces – ¡voilá! – obtendremos lo que queremos de Dios. Hermanos y hermanas, ¡no se valen las mordidas con Dios!

Pero, peor aún, podemos tratar de chantajear a Dios amenazándolo por decirle: "Dios, más te vale que me des lo que quiero o de lo contrario dejaré de venir a Misa, dejaré de orar o dejaré de creer en ti, etc." Lamentablemente, he conocido a numerosas personas que han dejado de ir a Misa, o han dejado de rezar  o de creer en Dios porque él no respondió a sus oraciones como querían: su hijo murió de todos modos, sus padres se divorciaron, la persona con la que querían juntarse dijo que no, u ocurrió alguna otra crisis en sus vidas. En otras palabras, Dios les falló, y ellos “castigaron” a Dios.

Ahora bien, por un lado, es normal querer que Dios nos dé lo que deseamos o lo que pensamos que necesitamos, y también es normal estar decepcionados o incluso enojados con Dios cuando las cosas no salen en la forma que queremos– por un tiempo. Pero, en algún momento, tenemos que darnos cuenta que estas actitudes revelan una fe inmadura. Y, de hecho, deben desafiarnos a que nos hagamos la pregunta: "¿En qué tipo de Dios creo?" ¿Creo en un Dios que requiere que me gane su amor y sus bendiciones? ¿Creo en un Dios que es simplemente una máquina expendedora divina, o sea, un Dios al que acudo solo cuando quiero algo de él? ¿Creo en un Dios al que puedo manipular o controlar o chantajear para que me dé lo que quiero?

Bueno, hermanos y hermanas, esta hermosa fiesta de Navidad que celebramos todos los años nos demuestra y nos recuerda cómo es realmente nuestro Dios, y les aseguro que no se parece a ninguno de esos dioses que acabo de mencionar. El Dios verdadero en el que creemos como cristianos es un Dios que dejó de ser Dios para convertirse en uno de nosotros, no para juzgar o condenarnos, sino para mostrarnos cuánto nos ama. Nuestro Dios es un Dios que nos ama tanto que vivió, sufrió y murió por nosotros, aunque somos pecadores e imperfectos. Nuestro Dios es un Dios que siempre es fiel aunque seamos infieles. Nuestro Dios es un Dios que nos ama más de lo que podemos imaginar y que siempre nos amará sin importar las cosas malas que podamos hacer, incluso si le demos la espalda.

Y todo eso significa que no tenemos que ganarnos el amor de Dios, que Dios nos ama sin condiciones ni límites, no porque seamos buenos nosotros, sino porque él es bueno. Pero también significa que nuestro Dios no es un Dios que podamos manipular, sobornar, chantajear o controlar. Tenemos que dejar que Dios sea Dios, no nosotros; tenemos que aceptar la vida en los términos de Dios, no en los nuestros. Nuestro Dios sí es bueno, cariñoso y perdonador, pero también es un Dios misterioso que permite que sucedan cosas como pandemias, terremotos, incendios y toda la locura de este año. Dios no quiere estas cosas ni nos las manda, pero las permite, no para castigarnos, sino para que nos acerquemos más a él y para que nos demos cuenta de cuánto lo necesitamos. Espero que las luchas y sufrimientos de este año no te hayan alejado de Dios, sino al contrario que te hayan acercado más a él.

Entonces, mis hermanos y hermanas, en esta hermosa fiesta de Navidad, tenemos que recordar que las dos cosas más importantes que nos enseña nuestra fe cristiana católica son:
# 1: Hay un Dios, y # 2: Tú no lo eres. Por lo tanto, en medio de esta pandemia, a pesar de nuestras pérdidas y sufrimientos, a pesar de las incertidumbres que todavía nos esperan, demos gracias y alabemos al único Dios verdadero que es la luz en nuestras tinieblas, que nos ha dado todo lo que tenemos y todo lo que somos, y quien nos ama más de lo que podemos imaginar. ¡Ese es el Dios que celebramos en Navidad! ¡Ese es nuestro Dios! ¡Feliz Navidad!