St. Dominic Catholic Church

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Homilies


Elegir Ver, Perdonar y Ser Libre 2021-3-14 P. Roberto

 

 

Homilía del IV Domingo de Cuaresma – Año A
P. Roberto Corral, OP
Iglesia de Sto. Domingo, Los Angeles, CA
14 de marzo de 2021
Título: Elegir Ver, Perdonar y Ser Libre
Tema: El perdón es la libertad que se obtiene al elegir ver a los demás como Dios los ve.
Lecturas: 1 Samuel 16, 1b, 6-7, 10-13a; Efesios 5, 8-14; Juan 9, 1-41

Ravensbruck fue un campo de concentración construido por los nazis en 1939 para mujeres y niños. Más de 90.000 mujeres y niños murieron allí durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Muchos de nosotros ni siquiera podemos imaginar el horror que esas víctimas han de haber soportado allí durante esos años. Eso es lo que hace que lo que voy a leerles sea tan asombroso y conmovedor. Es una oración que se encontró junto al cuerpo de una de esas 90.000 víctimas. Esto es lo que decía la oración: 
“Oh, Señor, no solo acuérdate de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino también de los de mala voluntad. Pero no recuerdes el sufrimiento que nos infligieron. Recuerda los frutos que tuvimos gracias a este sufrimiento: compañerismo, lealtad, humildad, valentía, generosidad, grandeza de corazón. Y cuando llegue el juicio, que todos nuestros frutos sean su perdón. Amén”.

¿Pueden creer esto? No sé de ustedes, pero creo que nunca podría yo tener este tipo de pensamientos, y mucho menos escribir una oración como ésta en medio de ese tipo de maldad y sufrimiento. Pero una mujer increíblemente santa en Ravensbruck escribió esa aparentemente imposible oración de perdón. Y la razón por la que pudo escribirla fue porque era libre; sí, era prisionera en un campo de concentración nazi, pero su corazón era libre de la amargura, del odio y del deseo de venganza que habrían agobiado y atado los corazones de la mayoría de las personas en una situación como esa. 

Hoy, en este cuarto fin de semana de nuestra serie de predicación titulada “Liberado – Libertad en Cristo”, vamos a hablar sobre la libertad en Cristo que solo puede llegar a nosotros a través del perdón. El perdón es probablemente la enseñanza de Jesús más difícil de seguir para nosotros, y va de la mano con su otro mandamiento extremadamente desafiante de amar a nuestros enemigos. Jesús pasó mucho tiempo hablando sobre el perdón porque sabía que era muy importante y porque sabía que es tan difícil para nosotros los seres humanos. Todos tenemos a alguien en nuestra vida a quien nos resulta difícil – quizás incluso imposible – perdonar y que no merece ser perdonado. Pero Jesús nos manda una y otra vez que lo perdonemos de todos modos (por ejemplo, Mateo 6, 12, 14-15; 18, 21-35; Lucas 6, 36-38).

El perdón es la Segunda Llave del modelo del Ministerio Liberado. En esta llave, llegamos a comprender que el perdón es, en última instancia, una elección, no un sentimiento, porque muchas veces no queremos perdonar, ¿verdad? Esto significa que el perdón tiene que venir de la gracia de Dios tocando ese lugar profundo dentro de nosotros donde tomamos decisiones difíciles incluso cuando nuestro corazón no está en ello: nuestra voluntad. Tenemos que elegir perdonar, y cuando lo hacemos, elegimos ser libres como la mujer que escribió esa poderosa oración en Ravensbruck, elegimos ser libres en lugar de permitirnos ser aprisionados en el agujero negro y la negatividad de la falta de perdón. 

Y yo diría que el perdón también requiere otra elección: el perdón es elegir ver en lugar de elegir ser ciego. Ahí es donde creo que el Evangelio de hoy puede hablarnos. Este evangelio no se trata simplemente de que Jesús sanara a un ciego hace 2000 años. Más bien, en última instancia, está destinado a desafiarnos hoy a elegir ver en lugar de elegir la ceguera que proviene de nuestros prejuicios, nuestro orgullo, nuestro egoísmo o nuestra mente cerrada. 
Y estoy usando el Evangelio de hoy especialmente para desafiarnos a elegir ver a los que nos han lastimado como Dios los ve. 

Nuestro perdón de los demás comienza cuando elegimos ver a estas personas, no como animales, monstruos o demonios, sino como seres humanos como nosotros; son humanos imperfectos y defectuosos al igual que nosotros. Entonces, si lo permitimos, el perdón nos lleva lentamente al siguiente paso de verlos como hijos de Dios y amados por Dios. Ese es un paso enorme y difícil. Solo piensa en alguien que te ha lastimado seriamente: ¿puedes ver a esa persona como un hijo o una hija de Dios y como alguien a quien Dios ama? 
Si no puedes hacer eso, entonces tu perdón de él o de ella aún no está completo.

Entonces, lo que estoy diciendo es que cuando elegimos no perdonar a los demás, elegimos ser ciegos, o sea, elegimos no ver nada bueno en ellos; elegimos ver solo lo que nos han hecho. Elegimos verlos solo como una persona malvada que debe ponerse de rodillas y pedirnos perdón; los vemos como un enemigo contra el que debemos vengarnos, al que hay que hacer sufrir, al que hay que humillar y, quizás, al que incluso hay que destruir. Una de las razones por las que Jesús nos manda perdonar es porque sabe que esta ceguera de no perdonar ha causado y seguirá causando conflictos y daños en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras iglesias y en tantos lugares de nuestro mundo.

Una vez más, nuestra serie de predicación se llama Liberado: Libertad en Cristo. ¡Y esta Segunda Llave del Perdón nos recuerda que el perdón es verdaderamente libertad en Cristo! Y esta es la razón principal por la que Jesús nos manda perdonar: quiere que seamos libres. 
El perdón es la única forma en que seremos libres de la prisión y del veneno de la ira, la amargura y hasta el odio que pueden llenar nuestros corazones y mentes e incluso enfermar nuestros cuerpos. El perdón es la única forma en que encontraremos la integridad y la curación de las heridas que recibimos en nuestras vidas. 

Una de las cosas que nos ayuda a perdonar es darnos cuenta de cuánto nos ha perdonado el Señor. En otras palabras, el perdón fluye hacia nosotros desde Jesús en la cruz antes de fluir de nosotros hacia los demás. Recibir el perdón a través de Jesús nos abre el poder de perdonar; por el contrario, elegir no perdonar bloquea el amor de Dios por nosotros y nos mantiene atados. Otra cosa que nos ayuda a perdonar es recordar que es un proceso; puede llevar mucho tiempo – semanas, meses, o hasta años. Cuanto más grave sea la herida, más tiempo y esfuerzo nos llevará perdonar. Así que no te rindas, no te des por vencido, sigue orando y pidiéndole a Dios que te ayude. 

Tengo más que decir sobre el perdón en la Guía de Reflexión de la Homilía y en mi mensaje del boletín de hoy, así que por favor míralos. Pero ahora me gustaría desafiarte a hacer algo esta semana en casa. Si hay alguien a quien necesitas perdonar, te invito a hacer lo siguiente, 
ya sea solo, o mejor aún, con un compañero de oración o alguien en quien confíes. Primero, acércate al Señor en oración; luego, en algún momento, quiero que digas lo siguiente en voz alta: "En el nombre de Jesús, perdono a ______________ (aquí mencionas el nombre de la persona) por ______________ (aquí dices específicamente lo que la persona hizo para lastimarte)". "Perdono a _______ por hacerme _______". 

Es muy importante decir esto en voz alta y ser específico al nombrar a la persona y lo que te hizo; esto es más difícil de hacer, pero también es mucho más efectivo. Puedes mencionar a más de una persona. Esta “tarea” también se encuentra en su Guía de Reflexión de la Homilía. 
Pruébala y ve qué sucede.

Mis hermanos y hermanas, así como Jesús hizo lo imposible en el Evangelio de hoy al sanar a un hombre ciego de nacimiento, y así como Jesús ayudó a una mujer en el campo de concentración de Ravensbruck hacer lo imposible y perdonar a sus verdugos y asesinos nazi, 
así Jesús puede hacer lo imposible y ayudarte a perdonar a alguien que te ha herido profundamente. Elegir el perdón es elegir ver cómo ve Dios. Elegir el perdón es elegir ser libre en Cristo.

Una vez más, me gustaría guiarlos a través de una oración del libro de Neal Lozano para ayudarles a dar este importante paso de recibir el perdón de Jesús y luego dárselo a otros. 
Pónganse de pie, si pueden y si lo desean. Si desean abrir las manos con las palmas hacia arriba así y cerrar los ojos, pueden hacerlo. Ahora, repitan después de mí:

“Jesús, moriste por mí //para que pudiera ser perdonado // y se me abriera la puerta // a la reconciliación con el Padre. // Revelaste tu amor por mí //mientras aún estaba en pecado. //Diste tu vida // como un santo sacrificio por mí. //Dame la fortaleza para perdonar //
y la fe para confiar //en que lo que me has dado,// lo puedo dar a los demás ”.// Amén.
 
Como siempre, te invito a dejar que esas palabras que has dicho se absorban en tu corazón por unos momentos...