St. Dominic Catholic Church

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Homilies


Ven a Buscarme, Jesús. 4° Domingo de Pascua, P. Roberto

 

 

Homilía del IV Domingo de Pascua - Año B
P. Roberto Corral, OP
Parroquia de Sto. Domingo, Los Ángeles, CA
25 de abril de 2021

Título: Ven a Buscarme, Jesús
Tema: Jesús es el Buen Pastor que dio su vida por nosotros y que quiere venir a buscarnos.
Lecturas: Hechos 4, 8-12; 1 Juan 3, 1-2; Juan 10, 11-18

Había una vez un joven llamado Miguel. Tenía 26 años, era exitoso en su carrera, tenía una personalidad extrovertida y le caía bien a la gente. El propio Miguel pensaba que le estaba yendo muy bien en su vida. Luego, un día, una buena amiga suya le preguntó: "¿Miguel, cómo se la están llevando Jesús y tú?" Esta pregunta lo tomó por sorpresa y también lo hizo detenerse a pensar. Después de unos momentos, tuvo que admitir que no le estaba yendo muy bien en su vida espiritual. Miguel era católico, pero no iba a la iglesia, bebía demasiado, consumía drogas y era sexualmente promiscuo. La pregunta de su amiga le ayudó a darse cuenta de que algo le faltaba en su vida. Entonces Miguel le respondió: “Bueno, me atrapaste.” Y, con gran sinceridad, le preguntó: "¿Qué puedo hacer?" Su amiga respondió: "¿Por qué no le pides a Jesús que venga a buscarte?" 

Más adelante en su conversación, ella le dio sugerencias más específicas como volver a la iglesia, leer la Biblia y orar todos los días; pero qué gran sugerencia le dio para empezar: “¿Por qué no le pides a Jesús que venga a buscarte?" Bueno, Miguel no siguió todas sus sugerencias de inmediato, pero a menudo se encontraba diciendo: “Jesús, ven a buscarme”. Y finalmente funcionó: Jesús vino y lo encontró. Miguel tuvo una experiencia muy poderosa del Señor en su vida, volvió a su fe católica y le encontró sentido a su vida, y una felicidad y paz que nunca antes había tenido.

Desde que leí por primera vez esta historia de Miguel, me sorprendió la sencillez y el poder de la oración que su amiga le sugirió: “Ven a buscarme, Jesús”, y yo mismo la he rezado a menudo. La uso especialmente cuando estoy atorado y luchando de alguna manera. Pero también la rezo cuando estoy feliz y en paz. En esos momentos, le pido a Jesús que venga a buscarme y que me lleve más dentro de su corazón, más dentro su voluntad, y más dentro de mi fe. ¡Realmente es una gran oración para todos los propósitos! Ven a buscarme, Jesús.

Hoy celebramos el Cuarto Domingo de Pascua, también conocido como Domingo del Buen Pastor porque el Evangelio de este domingo siempre trata de Jesús como el  Buen Pastor. En el evangelio de hoy, escuchamos a Jesús decir cinco veces que él es el Buen Pastor que dará su vida por sus ovejas. Ciertamente hizo eso por nosotros el Viernes Santo, y nunca podremos agradecerle lo suficiente por eso. Pero hay otra dimensión de Jesús como nuestro Buen Pastor en la que quiero centrarme hoy. ¿Recuerdan la parábola que contó Jesús sobre las cien ovejas en el desierto donde una de ellas se pierde? En esa parábola, ¿qué hace el pastor? Él va y busca a esa oveja perdida, ¿verdad? Y sigue buscándola  hasta que la encuentra, y luego la trae de regreso a casa regocijándose. Bueno, para mí esa es una imagen perfecta de la oración que le sugirió la amiga de Miguel: "Ven a buscarme, Jesús; yo soy esa oveja perdida, ven a buscarme.” 

Entonces, lo primero que quiero decir hoy es que Jesús, el Buen Pastor, nunca deja de buscarnos. Dondequiera que estemos, cualquier tontería que hayamos hecho, cualquier lío en el que nos hayamos metido, Jesús nunca dejará de buscarnos, amarnos e invitarnos a regresar a su corazón amoroso. Él siempre nos perdonará, sanará nuestras heridas y nos dará fuerzas para llevar nuestras cargas. Eso es lo que sucede cuando Jesús viene y nos busca, ¡y no podríamos tener un pastor mejor que ése!

Pero el otro lado de esta imagen de Jesús como el Buen Pastor es que tú y yo tenemos que reconocer el hecho de que somos ovejas y que a menudo nos perdemos. Nos distraemos, nos quedamos atorados; incluso, la regamos de vez en cuando. En otras palabras, todos somos pecadores, desde el Papa Francisco hasta todos los que estamos aquí en la iglesia hoy. Y eso significa que, de forma bastante regular, todos necesitamos que Jesús venga a buscarnos. El problema es que muchas veces no nos consideramos la oveja perdida; creemos que somos parte de las 99 ovejas que lo están haciendo bien. Pensamos así: “No señor, no necesito que Jesús venga a buscarme; estoy bien como soy. Voy a la iglesia, digo mis oraciones, doy en la colecta...soy una buena oveja que nunca se pierde. 
No soy como aquellos pecadores”.

Aquí es otro ejemplo, no puedo decirles cuántas veces una dulce viejita me ha dicho en confesión: “Padre, no tengo nada que confesar. Tengo 90 años; ¿Qué pecados puedo cometer?" Bueno, déjenme decirles a ustedes viejitas dulces que, por supuesto, a esa edad ninguno de nosotros va a estar allá afuera golpeando a la gente, robando, emborrachándose, consumiendo drogas o teniendo relaciones por dondequiera – bueno, ¡al menos espero que no! Pero para la mayoría de nosotros – viejos y jóvenes – la batalla espiritual es aquí y aquí (señale mi cabeza y mi corazón). Aquí y aquí es donde todos luchamos con pensamientos y sentimientos de ira, amargura, venganza, juicio, crítica, impaciencia, chisme, mentira, prejuicio, resentimiento, falta de perdón, orgullo, vanidad, codicia, celos, envidia, miedo, desesperación, etc. Todos nosotros luchamos con esas cosas a veces, ¡incluso las viejitas dulces! ¿Tengo razón o tengo razón? Así que, por favor, ¡hagan el importante trabajo de examinar su conciencia antes de confesarse! ¡Y por favor, no me digan a mí o al cualquier sacerdote que no tengan nada que confesar! Afuera, después de la Misa, pueden recoger un examen de conciencia para ayudarlos a crecer en su fe, y para usarlo especialmente antes de confesarse.

Entonces, mis hermanos y hermanas, la gran noticia es que Jesús realmente es nuestro Buen Pastor que dio su vida por cada uno de nosotros, y que también nos buscará sin descanso, que vendrá a buscarnos cuando estemos perdidos, nos traerá de regreso a su corazón amoroso, perdonará nuestros pecados, sanará nuestras heridas y nos dará fuerza para llevar nuestras cargas. Y es el Buen Pastor que nos llevará más dentro de su corazón si se lo pedimos.

Me gustaría terminar mi homilía guiándoles en una oración de “Ven a Buscarme, Jesús” en este momento. Por favor repitan después de mí…

Señor Jesús, gracias por ser mi Buen Pastor, por dar tu vida por mí para que mis pecados fueran perdonados. Por favor, ayúdame a darme cuenta de cuánto te necesito en mi vida todos los días. Ven a buscarme, Jesús, cuando esté luchando, cuando esté perdido. Tráeme de regreso a tu corazón amoroso. Perdona mis pecados, sana mis heridas y dame fuerzas. Ven a buscarme, Jesús, y llévame  más profundo en tu corazón, más profundo en tu voluntad y más profundo en mi fe. Amén.