St. Dominic Catholic Church

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Homilies


Amor Eterno 2021-5-9 P. Roberto

 

 

Homilía para el 6° Domingo de Pascua – Año B + El Día de las Madres
P. Roberto Corral, OP
Iglesia Sto. Domingo, Los Angeles
9 de mayo de 2021

Título: Amor Eterno
Tema: Jesús nos manda a que nos amemos unos a otros como él nos ama.
Lecturas: Hechos 10,25-26, 34-35, 44-48; 1 Juan 4,7-10; Juan 15, 9-17

Amor eterno, e inolvidable.
Tarde o temprano estaré contigo
Para seguir...amándonos.
Todo el mundo latino conoce esta canción famosísima de Juan Gabriel, ¿verdad? Se llama “Amor Eterno,” y según algunos, él la escribió por Rocío Dúrcal que había perdido a su hijo en un accidente de auto. Según otros, la escribió por su propia mamá que había fallecido. Bueno, sea lo que sea el caso, la canción habla de un amor que nunca se acabará, un amor inolvidable, un amor eterno. Pues, ahora vamos a hablar del amor eterno, pero no tanto del amor eterno entre los padres e hijos o entre las parejas o los buenos amigos. Todos esos amores son bellos, profundos e importantes. Pero son solamente un pequeño reflejo del verdadero amor eterno que es la base de todo el amor que existe: el amor eterno de Dios.

¿Listos? Muy bien. Cada lectura hoy nos da un aspecto diferente de este amor eterno de Dios. 
En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, Pedro y sus compañeros judíos cristianos están absolutamente asombrados que Dios realmente ame a los gentiles tanto como a ellos, y todavía más, que Dios quiera dar a los gentiles al Espíritu Santo como se lo había dado a Pedro y a los otros creyentes. Esta lectura nos enseña que el amor de Dios es eterno porque es sin límites, es inclusive y es universal. Por eso, es tan apropiado y maravilloso que, desde el segundo siglo, los seguidores de Jesús se han llamado “católicos,” que viene de una palabra griega que significa "universal" – o sea, para todos. Entonces, nuestro propio nombre, “católico,” nos recuerda que el amor eterno de Dios, es católico, es para todos. Está dirigido a todo el mundo; y nadie puede ser excluido del amor de Dios. 

Sin embargo, nosotros, los seres humanos, siempre queremos limitar el amor de Dios. A veces le decimos a Dios que él no puede amar a ciertas personas o grupos; que él no puede amar a nuestros enemigos, por ejemplo, o a nuestro ex, a nuestro jefe en el trabajo, a nuestro vecino que nos saca de quicio, a los terroristas, a los violadores, a los pederastas, etc. Le decimos: “No Señor, tú no puedes amarlos ni mucho menos bendecirlos.” Pero Dios nos contesta, “Tú no puedes limitar o controlarme a mí o a  mi amor. Yo amo a todos, y si tú quieres ser un verdadero católico, 
tú también tienes que tener un amor católico y universal; un amor para todos aun cuando no lo merezcan.” Así que el amor eterno de Dios es un gran reto para nosotros, ¿qué no?

Ahora pasemos a la segunda lectura donde la palabra “amor” de una u otra forma se menciona nueve veces. Esta lectura nos enseña que la característica más importante de Dios no es que sea todopoderoso, que sepa todo, o que pueda estar en todas partes a la vez. No, la cualidad más importante de Dios es que Dios es…¡amor! No es simplemente que Dios tenga amor o que Dios ame; sino que Dios es amor;  el amor es su esencia. O sea, Dios no puede odiar, no puede desear el mal, ni crear el  mal, ni mandar el mal a nosotros. Cada acción y cada pensamiento de Dios es por amor. Así que, Dios no es un juez o un policía juzgándonos o castigándonos; no es un Dios enojón o vengativo. Dios es amor. Repítanlo todos: Dios es amor.

Por fin llegamos al Evangelio de hoy donde Jesús nos da la enseñanza y el ejemplo definitivos y más poderosos del amor eterno de Dios. El contexto para el Evangelio de hoy es la Última Cena; 
Jesús está hablando a sus discípulos, sus mejores amigos, después de haberles lavado los pies. 
En unas pocas horas, estos son los mismos cobardes que lo traicionarán, lo negarán y lo abandonarán en su hora de mayor necesidad – por decirlo en otras palabras, le meterán un cuchillo a la espalda de Jesús y luego huirán. Jesús sabe todo esto; sin embargo, es en este preciso momento que él les dice y les muestra a ellos – y a nosotros – cómo es el amor eterno de Dios, y cómo es su amor. Es un amor de amistad profunda y duradera; es un amor de perdón; es un amor de servir y de sacrificarse por el otro – incluso cuando el otro no lo merece. Este es el amor eterno de Jesús y de nuestro Dios; esta es la norma altísima de amor al que tú y yo estamos llamados. 

Mis hermanos y hermanas, Jesús no sólo nos manda a amar – ¡lo que sería bastante difícil! – nos manda a amar como él ama; esas fueron sus palabras en el Evangelio de hoy: “que se amen los unos a los otros como yo los he amado.” Entonces, la pregunta clave que deberíamos hacernos de vez en cuando es "¿Puedo amar como Jesús en este momento? ¿Puedo por lo menos tratar de amar como Jesús? O sea, “¿Puedo servir, puedo sacrificarme, puedo perdonar como Jesús en este momento?

Bueno, como ustedes saben, hoy es el Día de las Madres en este país, y para muchos de nosotros, la persona que más nos recuerda de Dios, la persona cuyo amor nos recuerda más del amor eterno de Dios y el amor de Jesús es nuestra madre. Gracias, madres, por ser ese ejemplo para nosotros, por ser ese canal del amor misericordioso, incondicional y sufrido de Dios para nosotros. No son perfectas, ¡pero son bastante buenas! Muchas veces son las mujeres – las madres, abuelas, madrinas, tías, hermanas, maestras y otras mujeres – que son modelos no sólo de amor sino también del seguimiento de Jesús para nosotros. La mayoría de las personas que vienen a Misa son mujeres; la mayoría de personas que sirven en algún ministerio en la iglesia son mujeres. 
Las mujeres son verdaderamente las personas que mantienen en pie a nuestra Iglesia Católica. 
Mujeres, gracias a todas ustedes por ser esas personas quienes nos muestran el amor eterno de Dios.

Hermanos y hermanas, la gran lección de nuestras lecturas de hoy; la gran lección de nuestra fe católica es que Dios es amor. Su amor es eterno y él nos creó para amar como él ama: con un amor católico, o sea, universal; con un amor para todos sin límites ni condiciones; con un amor profundo y duradero que perdone que sirva y que se sacrifique por el otro – incluso cuando el otro no lo merece. Amémonos los unos a los otros como él nos ama. Y demos gracias a Dios por su amor inolvidable, por su amor eterno.