St. Dominic Catholic Church

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Homilies


Ven a Buscarme, Espíritu Santo 2021-5-23 P. Roberto

 

 

Homilía de Pentecostés - Años ABC
P. Roberto Corral, OP
Parroquia de Sto. Domingo, Los Ángeles, CA
23 de mayo de 2021

Título: Ven a Buscarme, Espíritu Santo
Tema: El Espíritu Santo quiere ayudarnos a tener un encuentro con Jesús que transformará nuestras vidas.
Lecturas: Hechos 2, 1-11; 1 Corintios 12, 3b-7, 12-13; Juan 20, 19-23

Cuando miro hacia atrás en mi vida, puedo recordar una serie de experiencias que cambiaron mi vida. De hecho, dividieron mi vida en un "antes" y un "después" porque yo era diferente y la vida era diferente después de haberme pasado por esas experiencias. A veces, estas experiencias que cambiaron mi vida fueron tiempos difíciles para mí, como cuando cada murió uno de mis padres, o cuando me operaron de la columna, o cuando me separé de uno de mis mejores amigos. En otras ocasiones, fueron experiencias alegres, como cuando entregué mi vida a Jesús cuando tenía 22 años, o el día que me integré a los dominicos, o el momento en que fui ordenado como sacerdote.

Entonces, ¿puedes pensar en algunas experiencias semejantes que te cambiaron la vida y que dividieron tu vida en un "antes" y un "después"? Como para mí, pueden haber sido experiencias de gran gozo y logro, experiencias de gran sufrimiento o experiencias de despertar espiritual.
Los invito a tomarse un tiempo ahora y pensar en su vida y ver cuántas de esas experiencias importantes le vienen a la mente. [Dales un poco de tiempo para pensar]. Lo que todas estas experiencias tienen en común es que nos transformaron por el impacto que tuvieron en nuestras vidas. Realmente dividieron nuestras vidas en un "antes" y un "después" porque éramos diferentes y la vida era diferente después de que pasamos por ellos.

Ahora déjame preguntarte esto: ¿Alguna de esas experiencias que te cambiaron la vida tuvo algo que ver con tu fe católica? Más específicamente, ¿alguna de esas experiencias que cambiaron tu vida tuvo algo que ver con tu relación con Jesús? Porque lo que realmente quiero preguntarte hoy es esto: ¿Has sido transformado en tu vida por un encuentro que tuviste con Jesús? En otras palabras, ¿ha tocado Jesús tu vida de tal manera que haya un “antes” y un “después” en cuanto a tu relación con él y cómo has vivido tu vida y tu fe desde ese encuentro con él? ¿Cuántos de ustedes han tenido ese tipo de encuentro transformador con Jesús? ¿Podrían levantar la mano por favor?

Ahora, ya sea que hayan levantado la mano o no, es importante entender que Dios obra de muchas maneras diferentes y únicas en nuestras vidas, y no siempre son experiencias de conversión extraordinarias y abrumadoras; de hecho, Dios obra con mayor frecuencia en nuestras vidas en momentos, actividades y eventos sutiles, ordinarios y del día a día.
Sin embargo, nuestra fe católica, desde sus inicios en este día de Pentecostés hace 2000 años, siempre se ha basado en que tengamos una relación personal y significativa con Jesús. Y esa relación con Jesús comienza con encontrarnos con Jesús de alguna manera en nuestras vidas donde consciente y deliberadamente le decimos que “sí” y le entregamos nuestras vidas.

Esto es exactamente lo que Benedicto XVI dijo con tanta fuerza hace unos años cuando era Papa. Esto es lo que dijo: “El cristianismo no es una nueva filosofía ni una nueva moral.
Somos cristianos solo si encontramos a Cristo... Solo en esta relación personal con Cristo,
sólo en este encuentro con el Resucitado nos convertimos realmente en cristianos”.
¡Guau! No sé ustedes, pero para mí éstas son algunas de las palabras más poderosas que he escuchado de un Papa: para convertirse en un verdadero cristiano, un verdadero católico, hay que encontrar a Jesús.

Entonces, si aún no has tenido algún tipo de encuentro personal con Jesús, Me gustaría que lo pensaras y te preguntaras por qué no. No quiere decir que seas una mala persona, y, como dije antes, no tiene por qué ser una experiencia extraordinaria y abrumadora. Pero sí tiene que ser un momento en el que tomes una decisión consciente y decidida de abrir tu corazón a Jesús y entregarle tu vida.

Ahora bien, la clave para tener este tipo de encuentro con Jesús es lo que celebramos hoy en esta fiesta de Pentecostés: el Espíritu Santo. Vemos un ejemplo del poder del Espíritu Santo en nuestra primera lectura de hoy – que la hemos oído docenas o centenares de veces en nuestras vidas – la historia de ese primer Pentecostés cuando nació nuestra Iglesia. Como sabemos por los evangelios, los apóstoles ciertamente habían sido impactados por la resurrección de Jesús;
sin embargo, incluso después de haber visto y experimentado al Señor resucitado en varias ocasiones, todavía no entendían realmente lo que la resurrección de Jesús significaba para él o para ellos. Y, todavía estaban atados por el miedo, la incertidumbre, la duda y quizás la vergüenza por haber abandonado a Jesús en Viernes Santo y por sus otros fracasos.

No fue hasta Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos, que se liberaron.
Se liberaron porque el Espíritu Santo los liberó de sus miedos, incertidumbres, dudas y vergüenza y transformó sus vidas para siempre. Esa fue una experiencia de “antes” y “después” para los apóstoles y para todo el mundo porque, después de Pentecostés, ¡los apóstoles nunca fueron los mismos y el mundo tampoco!

Ahora bien, hermanos y hermanas, tú y yo hemos recibido el mismo Espíritu Santo en nuestro Bautismo y Confirmación como católicos. No fue un Espíritu diferente ni menos del Espíritu Santo lo que recibimos en el Bautismo y la Confirmación que el Espíritu que fue derramado sobre los apóstoles en ese primer Pentecostés. Era el mismo Espíritu, el mismo poder, el mismo don de Dios que todos hemos recibido. Pero el poder y los dones del Espíritu Santo permanecen dormidos dentro de nosotros hasta que pidamos y permitamos que el Espíritu obre en nuestras vidas; tenemos que pedir y permitir que el Espíritu abra nuestro corazón y nos lleve a Jesús para que podamos ser transformados una y otra vez en nuestras vidas.

Es el Espíritu Santo quien, como nos dice Jesús en el Evangelio de hoy, “nos irá guiando hasta la verdad plena.” Por lo tanto, es el Espíritu Santo quien nos revela la verdad de quién es Jesús realmente y lo que él quiere para nosotros. En otras palabras, es el Espíritu Santo quien nos revela la verdad de que Jesús no es una figura histórica más, o un gran filósofo, maestro o profeta. Es el Espíritu Santo quien nos ayuda a darnos cuenta de que Jesús no quiere ser un Dios distante que aparezca en nuestras vidas de vez en cuando en ocasiones especiales. Es el Espíritu Santo quien nos dice que Jesús quiere ser – y que necesitamos que Jesús sea – nuestro Señor y Salvador, nuestro mejor amigo, nuestro consolador y guía, nuestra fuente de fuerza y paz, nuestro gozo y nuestro mayor amor. Y es el Espíritu quien también nos dice a nosotros la verdad de que tenemos que querer que Jesús sea todas esas cosas para nosotros, y que tenemos que pedírselo, orar por ello y abrir nuestro corazón para que eso suceda.

Entonces, si nunca has encontrado a Jesús en tu vida, si nunca le has entregado tu vida, te ruego de todo corazón que digas que sí al Espíritu Santo, que digas que sí al Señor, y que dejes que Jesús sea todo lo que Él quiere ser para ti. Y te reto a decir esa oración que mencioné hace unas semanas en mi homilía: “Ven a buscarme, Jesús”. Te desafío a orar: "Ven a buscarme, Espíritu Santo". Te desafío a que dejes que el Espíritu Santo te lleve a tener un encuentro significativo con Jesús, por primera vez o por centésima vez en tu vida.

Lo último que quiero decir hoy es que este encuentro transformador con Jesús y el Espíritu Santo no se trata de convertirte en un fanático religioso o de ser más santo o mejor que cualquier otra persona. Se trata de descubrir el propósito último de tu vida por qué estás aquí.
Se trata de encontrar en tu vida el amor, la alegría, la paz, la generosidad, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio de sí mismo que tanto anhelas en tu vida.
Esos son los frutos del Espíritu Santo que Pablo enumeró en la segunda lectura de hoy. 
Si los quieres, entonces abre tu corazón al Espíritu Santo y deja que te ayude a venir a Jesús y ser transformado.

Como he hecho en otras ocasiones, me gustaría terminar mi  homilía hoy con una oración. No tienen que participar si no quieren. Pero si quieren participar, les pido que se pongan de pie. Si gustan pueden abrir sus manos con las palmas arriba, y pueden cerrar los ojos. Por favor repitan después de mí:

Señor Jesús, gracias por enviar tu Espíritu sobre tus discípulos en Pentecostés 
y sobre mí en mi Bautismo y Confirmación. Vengo ante ti ahora y te pido que sueltes el poder de tu Espíritu dentro de mí. 

Ven a buscarme, Jesús. Sé mi Señor y Salvador, sé mi consolador y guía, sé mi fuente de fuerza y paz, sé mi alegría y mi mayor amor. Te entrego mi vida.

Ven a buscarme, Espíritu Santo. Límpiame de mi pecado. Dame el coraje para superar mis miedos y ansiedades. Ayúdame a soltarme de cualquier resentimiento, amargura o cólera. Dame una fe más profunda; ayúdame a abrirte mi corazón y dejarte llevarme a Jesús. Amén.