St. Dominic Catholic Church

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Homilies


Dios Grande y Dios Pequeño 2021-6-6 P. Roberto Corral, OP

 

 

Homilía para El Cuerpo y La Sangre de Cristo – Año B
P. Roberto Corral, OP
Iglesia Sto. Domingo, Los Angeles, CA
6 de junio de 2021
Título: Dios Grande y Dios Pequeño
Tema: Nuestro Dios grande se hace pequeño para mostrarnos su amor.
Lecturas: Éxodo 24, 3-8; Hebreos 9, 11-15; Marcos 14, 12-16, 22-26

Uno de los grandes avances de la ciencia en los últimos 30 o 40 años ha sido atinar una mejor idea del tamaño y la antigüedad de nuestro universo. Como saben ustedes, nuestro universo es enorme. Hay mil millones de galaxias, y cada galaxia contiene mil millones de estrellas. Y, nuestro universo ¡todavía se está expandiendo! Y los científicos ahora creen que tiene alrededor de 14 mil millones de años. 

Pero, todavía más increíble que estos datos es que los cristianos creemos que nuestro Dios es más grande y más viejo que el universo porque él lo creó. Nuestro Dios es verdaderamente grande y majestuoso, pero también se puede decir que nuestro gran Dios es pequeño. De hecho, leyendo la Biblia, parece que nuestro Dios grande siempre se está haciendo más pequeño para nosotros los humanos. 

Por ejemplo, él eligió hacerse pequeñísimo al nacer como ser humano. Luego se hizo más pequeño y humilde sufriendo y muriendo en la cruz por nuestros pecados. Y hoy celebramos una de las creencias más importantes, misteriosas y maravillosas que tenemos como católicos: el hecho de que nuestro Dios, Jesucristo, el Señor por quien y para quien se hizo todo el universo, optó hacerse tan pequeño, que nos entrega todo su ser en lo que parece una galletita y en un sorbo de lo que sabe a vino. ¡El Dios que ni siquiera el universo puede contener, se deja contener en la Eucaristía y en nosotros!

Entonces, nos queda la pregunta, ¿por qué? ¿Por qué nuestro Dios, que es tan grande, se ha hecho tan pequeño en estas formas para nosotros? Bueno, la primera respuesta a esta pregunta es simplemente porque nos ama tanto. Él nos ama tanto que quiere estar cerca de nosotros y hasta dentro de nosotros. Nos ama tanto que quiere alimentarnos: no solo con su palabra en la Biblia, no solo con su presencia espiritual en la oración y en la comunidad; no solo con su gracia en cada acto de amor que hacemos; ¡sino que también quiere alimentarnos con su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía!

Las personas de otras religiones no cristianas, como los judíos, musulmanes, mormones, Testigos de Jehová, etc. – por buenas que sean – no pueden imaginar tener un Dios así, o sea, un Dios que se haga tan pequeño para nosotros. Para aquellas religiones, su Dios es demasiado grande y majestuoso para hacerse tan pequeño de esta manera. 
Pero para nosotros, nuestro Dios se hace pequeño para poder llegar al rincón más pequeño, más escondido, más sensible, y a veces más oscuro de nuestros corazones; aquellos lugares que nosotros preferimos esconder, huir o reprimir. Pero Dios se hace tan pequeño para llegar a esos lugares y traer su luz, su sanación, su fortaleza y su paz. Y Dios se hace pequeño para estar atento a nuestras necesidades más pequeñas. Eso es porque nuestro Dios grande nos ama grandemente. Nos ama tanto que se hace pequeño para nosotros. 

Y aparte de todo lo anterior, nuestro Dios tiene todavía otra razón por la que se ha hecho tan pequeño para nosotros. En el cuarto siglo, el gran teólogo y santo, San Atanasio dijo esto: “El Hijo de Dios se hizo hombre para que podamos ser Dios.” repetir
Lo que él está diciendo es que Dios se hizo pequeño al convertirse en un ser humano para elevar nuestra humilde naturaleza humana para que podamos participar de su naturaleza divina. Dios hizo todas esas cosas haciéndose pequeño para nosotros – 
se hizo un ser humano, sufrió y murió en la cruz, y nos dio a sí mismo en la Eucaristía – 
porque el proyecto continuo de Dios es engrandecernos. Él quiere engrandecer nuestros corazones para que sean como el suyo, para que nosotros podamos amar a todos, incluso a nuestros enemigos, y para que nosotros lleguemos a ser como él: El Hijo de Dios se hizo hombre para que podamos ser Dios.” 

Este increíble proyecto de Dios de engrandecernos, de divinizarnos, se refleja en el doble sentido de la frase “Cuerpo de Cristo.” En la Eucaristía recibimos el Cuerpo de Cristo en la sagrada Hostia, pero también estamos llamados a ser el Cuerpo de Cristo para los demás. Esto quiere decir que estamos llamados, como individuos y como comunidad, a ser las manos de Jesús, sus pies, su voz, y su corazón, o sea, 
a ser su presencia en este mundo. Estamos llamados a formar un solo Cuerpo de Cristo, unidos en comunidad como hermanos y hermanas a pesar de nuestras diferentes culturas, orígenes y lenguas.

Ahora permítanme decir algo a aquellos de ustedes que, por cualquier razón, no pueden recibir la comunión en la Misa: por favor, sepan que Dios todavía los ama; y Jesús todavía quiere ser parte de sus vidas de cualquier manera que ustedes se lo permitan. 
Así que, los invito a pasar al altar aunque no pueden recibir la comunión para recibir aunque sea una bendición. Al mismo tiempo, les animo a que hagan lo que tengan que hacer para poder comulgar: si necesitan confesarse, ¡confiésense! Si necesitan casarse en la Iglesia, es un poco más complicado, pero vale la pena – ¡cásense en la Iglesia! 

Muchas parejas me han dicho que quieren casarse por la Iglesia pero están esperando hasta que junten suficiente dinero para la fiesta. ¡Por favor! ¿Qué es más importante: celebrar una fiesta o casarse por la Iglesia para poder comulgar? Y a veces otras parejas que provienen de otros países y tienen 20 años o más juntos aquí me dicen que quieren regresar a su país de origen para casarse. ¿Ya tienen nietos aquí y creen que van a regresar a su tierra? ¡Ya pasó ese tren! ¡Ya es tiempo que por fin se casen en la Iglesia! 
Mi punto es que ¡hagan lo que tengan que hacer para poder recibir al Señor en la Eucaristía!  

En fin, hermanos y hermanas, en este día demos gracias a nuestro Dios grande por las muchas formas en las que él se ha hecho pequeño para mostrarnos cuánto nos ama. 

Y, sobre todo, démosle gracias por el gran don de la Eucaristía. Para los que podemos recibir la comunión recibámoslo con humildad, con deseo y con compromiso de ser parte del Cuerpo de Cristo. ¡No es una galleta; es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de su Señor y Salvador! Si podemos recibir la comunión o no, pidámosle a Dios que siga engrandeciendo nuestros corazones para que nosotros seamos el Cuerpo de Cristo en este mundo, y para que seamos más como él.