St. Dominic Catholic Church

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Homilies


Orden-Desorden-Reordenar 2021-6-20 P. Roberto

 

 

Homilía para el 12° Domingo + Día del Padre – Año B
P. Roberto Corral, OP
Iglesia Sto. Domingo, Los Angeles, CA
20 de junio de 2021

Título: Orden – Desorden – Reordenar
Tema: Dios puede usar las tormentas en nuestras vidas para ayudarnos a reordenar nuestras vidas, madurar como seres humanos y crecer en nuestra fe.
Lecturas: Job 38, 1, 8-11; 2 Corintios 5, 14-17; Marcos 4, 35-41

Hace varios años, hubo un hombre que pasó por un grave ataque de cáncer. Estaba casado y tenía tres hijos. Como pueden imaginar, fue un momento difícil para él y para su familia. Sin embargo, más tarde, al recordar esa experiencia, él dijo lo siguiente: 

“El cáncer terminó siendo una bendición para mí. Sí, sumergió mi vida en el caos, me robó el sueño, me agotó, y afectó terriblemente mi salud física y emocional. También supuso una tremenda tensión para mi familia. Pero fue una bendición, porque me ayudó a poner mi vida en perspectiva. Las cosas que solían preocuparme, por ejemplo: cuánto dinero ganaba, las contrariedades en el trabajo, los hábitos molestos de mi esposa y las peleas de mis hijos, ya no eran tan importantes. Me despertaba todos los días y comencé a ver y a apreciar el milagro de simplemente estar vivo. Ahora me preocupo menos por el futuro y vivo más en el presente. El cáncer me ayudó a darme cuenta de que no sabía si tendría una mañana; pero sí sabía que tenía un día de hoy. No iba a dejar que se me escapara como lo había hecho la mayor parte de mi vida”.

El poderoso testimonio de este hombre de encontrar la bendición incluso en medio de las dificultades es un gran ejemplo de un proceso esencial que todos debemos atravesar si queremos madurar como seres humanos y crecer en nuestra fe. Ese proceso esencial es: el orden – el desorden – y el reordenar. Entonces, por ejemplo, este hombre probablemente tenía un sentido de orden, un sentido de seguridad y control en su vida donde las cosas le iban bastante bien. Pero había algo que faltaba en su vida y ni siquiera lo sabía. La realidad era que estaba viviendo una vida relativamente superficial.

Luego, su cáncer trajo desorden y sufrimiento a su vida y a su familia por un período de tiempo. Pero finalmente, Dios utilizó esa experiencia para ayudarlo a reordenar 
su vida y sus prioridades. Así que, en su vida, el orden se convirtió en desorden que lo llevó a reordenar su vida a un nivel más profundo. Reordenó su vida por dejar atrás su anterior sentido superficial del orden, su comprensión previa equivocada de quién era él, y de qué se trataba la vida. Y eso le ayudó a llegar a una vida más plena y rica, y a una fe más madura. Orden – desorden – reordenar.

Podemos ver este mismo proceso en nuestro Evangelio de hoy. Al principio, Jesús y sus discípulos están navegando en su barca muy bien – todo estaba en “orden”, como debería estar…a todo dar. Pero entonces surge una tormenta inesperada, las olas se estrellaban contra la barca, y los discípulos entran en pánico. Este “desorden” de caos y miedo hace que pierdan la fe en Jesús y griten desesperados: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Finalmente, Jesús calma la tormenta y, al hacerlo, los asombra tanto que reordena su realidad. No solo calma su miedo, sino que también los invita a un lugar más profundo en su fe donde comienzan a cuestionar su comprensión original y limitada de Jesús, y se preguntan: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”

Todos pasamos por este proceso de orden, desorden, y reordenar una y otra vez en nuestras vidas. Como los discípulos en el barco en el Evangelio de hoy, podemos estar bien, navegando en aguas tranquilas. Estos son los períodos de nuestras vidas en los que estamos en una zona de confort, donde nos sentimos seguros porque nuestras creencias, nuestras actitudes y nuestra agenda personal están en orden y bajo control y todo tiene sentido para nosotros. Pero luego, de repente, nos golpea una tormenta violenta como la pandemia, o problemas en una relación importante, o tenemos problemas de salud o perdemos a un ser querido, a nuestro trabajo o a nuestra casa, etc.

Entonces entramos en un período de “desorden” donde nuestro mundo se pone patas arriba, donde nuestras creencias, nuestras actitudes y nuestra agenda ya no funcionan para nosotros y tenemos la sensación de estar emocional y espiritualmente sacudidos.
Y luego, quizás lo peor de todo, nuestras oraciones quedan sin respuesta. Jesús parece estar “dormido”, o sea, desinteresado o incluso ausente, y gritamos: “¿Dónde estás Jesús? ¿No te importa que me esté hundiendo? ¿Cuántas veces hemos sentido así en la vida?

Pero luego llega el momento de gracia y el momento de decisión para nosotros cuando tenemos que elegir cómo reaccionaremos ante esa tormenta. ¿Elegiremos huir del desorden por negar que esté sucediendo, por escapar por el alcohol, las drogas, el trabajo o alguna otra adicción, ¿o por atacar y enojarnos con quien creemos responsable por la tormenta, por ejemplo, con alguna persona, con el otro partido político, con la vida misma o incluso con Dios?

¿Elegiremos ese tipo de respuestas inútiles y malsanas, o elegiremos aceptar la tormenta, aprender de ella, y permitir que Dios nos ayude a reordenar nuestras vidas y nos lleve a una comprensión más profunda de nosotros mismos, de la vida y de Dios?
Eso es lo que hizo el hombre con cáncer cuando el Señor lo ayudó a ver la bendición en su enfermedad, a  reordenar sus prioridades y a llegar a un lugar completamente nuevo y mejor en su vida. Y eso es lo que hicieron los discípulos en el Evangelio de hoy cuando dejaron que Jesús los desafiara, reordenara su imagen de él, y los guiara a una fe más profunda.

Lo que estoy diciendo hoy es que Dios tiene el poder de usar todas las cosas – especialmente las tormentas desordenadas y difíciles de nuestras vidas – para ayudarnos a madurar como seres humanos, así como a crecer en nuestra fe. Ahora, como he dicho antes, por favor comprendan que Dios no hace que nos pasen esas cosas malas, no las quiere ni las usa para castigarnos. Pero él puede usarlas para ayudarnos a reordenar nuestras vidas para lo mejor.

Ahora, en este Día del Padre, me gustaría decir algunas palabras a ustedes, padres y figuras paternas, que están aquí o mirando en línea. En primer lugar, quiero agradecerles por sacrificarse tanto para guiar, proteger, mantener y servir a sus familias y a los demás. Que Dios les recompenses por toda tu bondad y dedicación. Pero también quiero desafiarlos a ustedes, hombres, a comprender este proceso de orden, desorden y reordenar porque parte de su papel como figuras paternas es ser hombres valientes que puedan enfrentar el desorden y el sufrimiento de la vida en lugar de huir de ellos o dejar que los hagan enojar o quedarse amargos.

Tienen que permitir que los sufrimientos de la vida les enseñen paciencia, erseverancia, sabiduría y humildad, y luego transmitir ese aprendizaje a sus hijos, a su familia y a todos aquellos que los necesitan. En otras palabras, el desafío para cada uno de ustedes es ser un verdadero hombre por aprender a rendirte al Señor y permitirle que te moldee, no solo en un hombre, sino en un hombre de Dios. Ése es un hombre verdadero.

Mis hermanos y hermanas, todos queremos que la vida sea ordenada, cómoda, segura y bajo nuestro control; pero la vida simplemente no es así, ni tampoco lo es nuestra fe.
Ahora bien, no tenemos que andar buscando desorden y sufrimiento en nuestras vidas, pero cuando se nos presenten, tenemos que elegir aceptarlos, aprender de ellos y dejar que Dios los utilice para ayudarnos a reordenar nuestras vidas, a madurar como seres humanos y a crecer en nuestra fe.