St. Dominic Catholic Church

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Homilies


El Camino de Jesús Es También Nuestro Camino 2021-10-17 P. Roberto

 

 

Homilía para el Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario – Año B
P. Roberto Corral, OP
Parroquia de Sto. Domingo, Los Angeles, CA
17 de octubre de 2021

Título: El Camino de Jesús Es También Nuestro Camino
Tema: Jesús nos enseña que el camino verdadero es el camino hacia abajo y hacia afuera.
Lecturas: Isaías 53, 10-11; Hebreos 4, 14-16; San Marcos 10, 35-45

Hay una frase bastante común, que a lo mejor han oído ustedes, y que dice así: "subir la escalera del éxito." Muchas veces esta frase viene acompañado por una imagen de una persona subiendo a una escalera o subiendo a unos escalones los cuales están marcados con diferentes etapas de esfuerzo que se requieren para alcanzar el éxito. De hecho, es parte de nuestra psique humana pensar que si trabajamos lo suficiente duro y largo finalmente alcanzaremos el éxito. Estoy seguro de que muchos de ustedes han hecho exactamente esto en sus vidas, 
y su determinación y perseverancia han dado frutos. Este tipo de ética de trabajo es noble y bueno y ha permitido a que muchos de ustedes hayan proveído por sí mismos y por sus familias. En este sentido, la frase, "subir la escalera del éxito," tiene mucha razón.

Sin embargo, hay que tener cuidado con este impulso humano de buscar el éxito porque puede ser muy seductivo, ciertamente en el ambiente comercial y materialista del mundo, pero también en el ámbito personal, familiar y aun en el ámbito religioso. Si no tenemos suficiente cuidado, podemos llegar a concentrarnos tanto en subir la escalera del éxito que comenzaremos a compararnos con los demás, a competir, a usar las cosas, e incluso usar a las personas, principalmente para mejorar nuestras posibilidades de lograr el éxito. En ese caso, otras personas, incluso nuestras familias y amigos, pueden convertirse en competidores y hasta en enemigos que se interponen en el camino de nuestro éxito. Y así llegaremos a querer salir adelante, y por encima de los demás, y lucir más que otros a toda costa.

Esto es lo que está sucediendo en el Evangelio de hoy, donde Santiago y Juan quieren manipular a Jesús para promover sus deseos de éxito y de alcanzar la grandeza. Esto no solo revela su arrogancia y su ignorancia de las enseñanzas de Jesús, sino que también crea envidia y resentimiento entre los otros apóstoles, quienes también parecen estar atrapados en esta mentalidad de buscar el éxito, de ser reconocidos, y de tener más poder y autoridad. 

Lamentablemente, como los discípulos, tú y yo a veces actuamos en maneras similares. Y por eso seguidamente buscamos las marcas externas del logro y del éxito para hacernos sentir bien con nosotros mismos y para ir comparándonos con los demás. A menudo medimos nuestro valor por nuestros salarios, títulos, grados, logros, nuestra influencia y nuestras posesiones. 
Y nos quedamos corriendo en la carrera implacable de averiguar quién es más grande, más fuerte, más inteligente, más rico, más guapo, más santo…quién es mayor.

Gracias a Dios, en el Evangelio de hoy, Jesús les da a los apóstoles – y a nosotros – el antídoto a esta mentalidad equivocada y a esta forma superficial de vivir. Jesús les dice que el camino hacia el éxito espiritual y la verdadera grandeza no es por subir, sino por bajarse; o sea, no es por subir la escalera del éxito mundano, sino por bajarse en la escalera de la humildad y del servicio a los demás. De hecho, Jesús les dice que la única manera de subir espiritualmente 
es por bajarse. Tener éxito a los ojos de Dios no es necesariamente por realizarse uno de una forma exitosa y grandiosa o por ser reconocido o por obtener cualquier medida cuantificable de logro. Por eso, subiendo la escalera del éxito no es el último fin de nuestra vida cristiana. 
Como dijo la Madre Teresa de Calcuta: "Dios no nos llama a tener éxito, sino a ser fieles." 
Entonces, al fin de cuentas, nuestras vidas se tratan simplemente de servir fielmente a Dios y a los demás y dejar que el Señor se preocupe de juzgar el éxito o el fracaso de nuestras acciones y de nuestras propias vidas. 

Ahora, también hay otra forma de ver el Evangelio de hoy para descubrir el camino que Jesús quiere que emprendamos. Jesús nos pide a seguir su ejemplo de caminar hacia abajo en humildad no simplemente para humillarnos por humillarnos, sino de humillarnos para que podamos levantar a otros. Por eso, en este Evangelio, y en otras escrituras, Jesús vincula la humildad con el servicio. Por ejemplo, Jesús dice en nuestro evangelio hoy: “…el que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos…” No dice que solamente nos rebajemos, sino que nos rebajemos por servir a los demás.

La verdadera fe cristiana siempre ha tenido un impulso hacia afuera, hacia los demás porque Jesús se lo dio desde un principio. Se puede ver este impulso en la vida del mismo Jesús: en la forma en que él siempre buscaba a la gente para encontrarla, curarla, perdonarla y demostrarla el amor y la misericordia de Dios; en la forma en que él convivía con los pecadores; en sus parábolas del buen pastor que busca a la oveja perdida y del padre que recibe de nuevo al hijo pródigo. Este impulso hacia afuera también se puede ver en la forma en que Jesús, en varias ocasiones, mandaba a sus discípulos, de dos en dos, a que pregonaran la llegada del reino de Dios. Y este impulso hacia afuera es expresado más concreta y fuertemente en la gran comisión de Jesús al final del Evangelio de San Mateo: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes.” Y, desde el Nuevo Testamento hasta el día de hoy, la Iglesia Católica ha obedecido este mandato de Jesús. Por este gran impulso misionero a través de los siglos, hay 1.2 mil millones de católicos en el mundo hoy en día.

La cosa es, que todas las bendiciones, los dones, las fortalezas y experiencias religiosas que Dios nos ha otorgado, no son solamente para nosotros, sino para que los compartamos con otros. 
Lamentablemente, muchísimos católicos no entienden esto. Aun la mayoría de católicos que vienen seguidamente a Misa piensan que eso basta para vivir su fe, para cumplir con su obligación de ser católico. Vienen a Misa para recibir la gracia de Dios solo para ellos. En este sentido, la gran mayoría de católicos simplemente se quedan “mirando el ombligo,” con ningún deseo de compartir su fe con los demás. 

Pero el camino que Jesús quiere que tomemos siempre es un camino hacia afuera, hacia los demás, y no solamente hacia adentro a nosotros mismos. Si queremos ser discípulos de Jesús, 
tenemos que seguir el mismo camino que él recorrió. Es decir, nosotros también tenemos que caminar hacia abajo, no hacia arriba. Tenemos que caminar hacia afuera y no solo hacia adentro. Éste es el camino de Jesús, éste es el camino de amor y de servicio; y también es nuestro camino que nos llevará a la verdadera grandeza.