St. Dominic Catholic Church

Homilies

Aprender a Morir para Aprender a Vivir 2020-3-29 Cuaresma 5 P. Roberto

Homilía para el 5° Domingo de Cuaresma – Año A
P. Roberto Corral, OP
Iglesia Sto. Domingo, Los Angeles, CA
29 marzo 2020

Título: Aprender a Morir para Aprender a Vivir
Tema: Tenemos que aprender a morir antes de morir para poder aprender a vivir.
Lecturas: Ezequiel 37, 12-14; Romanos 8, 8-11; Juan 11, 1-45

Cada uno de nosotros ha experimentado una sensación de pérdida en nuestras vidas muchas, muchas veces. Ya sea por extraviar y perder algún objeto querido, perder una oportunidad importante, perder un trabajo o un hogar, perder una relación, perder a un ser querido o perder nuestra salud y bienestar. Y cada una de esas pérdidas que hemos experimentado en nuestras vidas, especialmente una pérdida significativa, es como experimentar una muerte porque, de alguna manera, parte de nosotros muere con cada pérdida. La cosa es que, a pesar del sufrimiento que experimentamos debido a esa pérdida, debido a esa muerte, no es necesariamente algo malo, porque lo capaz es que todos necesitamos aprender a morir antes de morir. Esta es una enseñanza importante de muchas religiones en el mundo. Ciertamente es parte de nuestra herencia judeocristiana: tenemos que aprender a morir antes de morir.

Y creo que este es uno de los mensajes claves en nuestras poderosas lecturas de hoy. En la primera lectura, el pueblo judío se encuentra en el punto más bajo de su historia: el exilio en Babilonia. Jerusalén ha sido conquistada, su amado y magnífico templo – el centro de sus vidas y de su fe – ha sido totalmente destruido; sus líderes religiosos y políticos y muchos de sus seres queridos han sido asesinados; y los que aún están vivos son cautivos en un país pagano extranjero. Es una experiencia de pérdida total y devastación para todos ellos; es la muerte de todo lo que amaban. Sin embargo, a través del profeta Ezequiel, Dios habla estas poderosas palabras a su pueblo que escuchamos en la lectura de hoy: “Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.”

Ahora, es importante para nosotros tener en cuenta que Dios no causó esta devastación ni siquiera la quiso. Pero Dios usó esta experiencia para ayudar a su pueblo elegido a tener una fe más profunda en él, a confiar en que él está con ellos incluso en medio de esta calamidad. También usó esta experiencia para desafiarlos a cambiar sus vidas al soltarse de aquellas cosas que estaban poniendo por delante de él y encontrar una nueva vida y nuevas posibilidades.

Algo similar está sucediendo en el Evangelio de hoy que nos presenta la conocida historia de la resucitación de Lázaro de entre los muertos. Jesús no causó ni quiso la muerte de Lázaro, pero la usó para llevar a Lázaro, las hermanas de Lázaro, Marta y María, los apóstoles y todos los que lo presenciaron a una fe más profunda en él, a una comprensión más profunda del poder de Dios, y, por lo tanto, a una vida nueva y más plena.

Lo que estoy tratando de decir es que en cada una de estas lecturas Dios está tratando de decirnos que morir es una parte importante de nuestro crecimiento humano y espiritual. Debemos morir una y otra vez durante nuestras vidas para poder experimentar la vida nueva y resucitada que Dios quiere compartir con nosotros, no solo al final de nuestras vidas, sino incluso ahora. En otras palabras, tenemos que aprender a morir antes de morir para poder aprender a vivir.

Creo que esto se aplica mucho a la crisis actual del coronavirus en el que nos encontramos hoy. Todos nosotros, nuestro mundo entero, estamos experimentando pérdida y muerte debido a esta nueva realidad. La vida no es lo mismo; ¡la iglesia no es lo mismo! Y eso no es necesariamente malo porque nos está haciendo reevaluar nuestras vidas, nuestras prioridades y cómo y por qué hacemos las cosas.

Ahora, permítanme repetir: no es que Dios haya causado este desastre o nos esté castigando por nuestros pecados; es simplemente parte de la imperfección de nuestra vida en este mundo. Pero Dios puede usar esta pandemia para enseñarnos, para profundizar nuestra fe y ayudarnos a experimentar la vida en un nivel más profundo si se lo permitimos. Dios puede levantarnos de nuestras tumbas como lo hizo con el pueblo judío en la primera lectura. Dios puede resucitarnos a una nueva vida como resucitó a Lázaro en el Evangelio. ¿Amén? ¡Amén! 

Pero, para que Dios nos dé esa nueva vida, tenemos que soltarnos de parte de nuestra vida anterior. Entonces, la pregunta es, ¿qué tenemos que soltar? Quizás tengamos que abandonar algunas de esas cosas que hicimos demasiado importantes en nuestras vidas, más importantes que nuestros seres queridos, más importantes que Dios. Quizás tengamos que dejar de encontrar nuestro significado, identidad y seguridad en cosas de este mundo como el dinero, el poder, el prestigio, las posesiones o el trabajo. Quizás, como país, tengamos que abandonar nuestros sentimientos de superioridad, autosuficiencia e invulnerabilidad y reconocer que todos somos parte de una sola familia humana.

Mis hermanos y hermanas, nuestro Dios es un Dios de vida, no de muerte. Dios no causa ni desea las pérdidas y muertes que experimentamos una y otra vez en nuestras vidas. Pero Dios puede usar estas experiencias similares a la muerte para cambiar nuestros corazones y llevarnos a una nueva vida – no simplemente para volver a nuestra misma vida anterior – sino a una nueva vida más plena y más rica, con más significado y una comprensión más profunda de nosotros mismos, de otros, de la misma vida y de Dios. Entonces, en esta época del coronavirus, y en todos los momentos de pérdida y muerte en nuestras vidas, aprendamos cómo morir para que podamos aprender cómo vivir.