St. Dominic Catholic Church

Homilies

2019-7-28-Fr. Roberto-17th Sunday-Yr C-Spanish

 

 

Homilía para el 17° Domingo de Tiempo Ordinario – Año C

P. Roberto Corral, OP

Iglesia Santo Domingo, Eagle Rock, CA

28 julio 2019

 

Título: ¿Por Qué Rezar?

Tema: Oramos no para buscar lo que queremos ni para buscar una respuesta a nuestras oraciones; oramos para buscar al mismo Dios.

Lecturas: Génesis 18,20-32; Colosenses 2,12-14; Lucas 11,1-13

 

Hace unos cuarenta y más años una joven pareja bastante católica se enamoraron y se casaron. Luego luego tuvieron una hija preciosa, pero desafortunadamente, la criatura recién nacida se enfermó gravemente. La pareja se puso a rezar mucho junto con todos sus familiares y amigos. Rezaron por semanas y luego por meses. No obstante, al final la niña murió. Como ustedes pueden imaginar, todos se quedaron devastados, sobre todo, esta pareja. Y desde entonces, por los últimos cuarenta y pico años no han asistido a Misa. Siguen siendo una linda pareja y buenísimas personas. Ayudan a los demás, son nobles y amables; pero han abandonado su fe católica porque Dios no les concedió lo que le habían pedido – salvar a su querida hija. Al contrario, se la llevó.

 

Por un lado es una reacción muy humana y entendible; ni siquiera puedo imaginar cómo se siento uno al perder un hijo o una hija; a lo mejor algunos de ustedes han tenido semejante experiencia. No estoy diciendo que Dios no siga siendo parte de sus vidas, o mucho menos, que vayan a ir al infierno. No, nuestro Dios es compasivo, comprensivo y amoroso, y de alguna forma los va a salvar. Pero sí puedo decir que esta pareja tenía una idea equivocada de Dios y de la oración. Pensaba que Dios estaba obligado a contestar sus oraciones en la forma que ellos querían por salvar a su hija. Me imagino que muchos de nosotros a veces tenemos esas mismas ideas equivocadas de Dios y de la oración. Y cuando Dios no nos concede lo que queríamos, también podemos quedarnos desilusionados y enojados y hasta también abandonar nuestra fe en Dios.

 

Entonces, nos quedan unas preguntas importantes: ¿cómo debemos rezar para que Dios nos conceda nuestras peticiones? ¿Hay una fórmula especial que debemos seguir? ¿Hay un secreto para que Dios nos escuche? Bueno, yo creo que nuestras lecturas de hoy nos tienen mucho que enseñar acerca de Dios y de la oración. Las lecturas de hoy contestan dos preguntas claves: ¿cómo debemos rezar, y por qué rezamos en primer lugar?

 

En la primera lectura oímos el dialogo entre Abraham y Dios. En este dialogo, notamos bastante confianza y apertura entre los dos. Es un buen modelo para nuestra oración también. Dios quiere que también nosotros acudamos a él con confianza y apertura. Y además, Dios quiere  que nuestra oración sea también un dialogo y no un monologo. Saben la diferencia, ¿verdad? Un dialogo es cuando hay habla y escucha un la conversación. Al contrario, un monologo es cuando una persona habla y habla y nunca escucha. O sea, Dios quiere que vengamos ante él y  que le hablemos de todo lo que nos importa; pero en algún momento él también quiere que nos callemos, que guardemos silencio y escuchemos para que Dios hable a nuestro corazón. De otra manera, ¿cómo vamos a oír lo que Dios nos quiere decir? Muchas veces la oración más profunda y poderosa ocurre en el silencio cuando estamos escuchando.

 

En el Evangelio de hoy, Jesús también nos dice cómo debemos rezar: con persistencia y perseverancia. Dice que sigamos pidiendo, buscando y tocando, confiando en la bondad de nuestro Padre celestial. No es que Dios se haga de rogar o que quiera probarnos. La realidad es que cuando rezamos con fervor y perseverancia, nos beneficia a nosotros porque nos hace crecer en nuestra fe. Entonces, en resumen, ¿cómo debemos rezar? Con confianza y apertura, en forma de dialogo – o sea, hablar y escuchar – y con persistencia y perseverancia.

 

Ahora al final nos queda la pregunta clave que contestan nuestras lecturas: ¿por qué rezamos en primer lugar? Regresando a la primera lectura, parece que Abraham está regateando con Dios para convencerle que no destruya a Sodoma. Pero ya sabemos que no era así porque la realidad es que Dios sabe todo y ya sabía cuántos justos vivían ahí. Además, desde un principio, Dios amaba a todos los habitantes de Sodoma – los justos y los injustos – más que Abraham los amaba. Entonces, el punto de esa primera lectura es la relación de confianza entre Abraham y Dios. Así que, la respuesta a nuestra pregunta, ¿por qué rezamos?, es: rezamos para obtener y para profundizar nuestra relación con Dios. Más que nada, Dios quiere que nuestra oración nos ayude a acercarnos a él.

 

Y eso es también lo que Jesús subraya en el Evangelio de hoy. La primera palabra de la oración que Jesús enseña a sus discípulos en el Evangelio de hoy es “padre,” y esa palabra implica una relación de confianza y de apertura. Jesús quiere que sepamos que nuestro Dios no es simplemente una fuerza ambigua, una fuerza de energía, de harmonía y bien en el universo; es un ser, una persona que anhela tener una relación con nosotros. Y Dios no es un ser imperioso, despótico o espantoso; es un padre que siempre está al pendiente de nosotros; un padre que nos ama.

 

En fin, hermanos y hermanas, no rezamos para tratar de obligar, controlar, sobornar o manipular a Dios con nuestras oraciones y hacer que haga lo que queremos. Dios ya sabe lo que queremos, y ya quiere lo mejor para nosotros y para todo el mundo. No rezamos para cambiar a Dios sino para cambiar a nosotros mismos. Rezamos para que podamos aceptar su voluntad y para que sigamos amándolo y confiando en él, salgan o no las cosas como queremos. Oramos no para buscar lo que queremos ni siquiera para buscar una respuesta a nuestras oraciones; oramos para buscar y para encontrar al mismo Dios, nuestro Padre celestial que nos ama.