St. Dominic Catholic Church

Homilies

1/8/2017 Epifania

Por P. Michael Fones, OP

La fiesta de la Epifanía nos enseña a través de los contrastes.
Se nos dice de dos lugares: Belén y Jerusalén.
Están a sólo seis millas de distancia.
Creo que yo podría caminar esta distancia en una tarde.
Belén tenía quizás 200 residentes permanentes, y probablemente muchas posadas para

los viajeros que subían a Jerusalén, el centro del universo judío.
El Hijo Eterno de Dios nació en Belén y murió en Jerusalén, a sólo seis millas de distancia.

¿Y qué pasa con la gente contrastada en la historia?
Herodes fue un politico exitoso.
Se dirigió a la cima de la montaña de poder terrenal a través de amenazas y sobornos, las negociaciónes políticas inteligentes, incluso matando a sus propios hijos. Tenía poder.

Mientras Herodes miraba a sus rivales políticos, los Reyes Magos examinaban el cielo nocturno.

San Juan Crisóstomo dijo “los magos no se pusieron en el camino porque hubieran visto la estrella, sino que vieron la estrella porque se han puesto en el camino.”

Anhelaban una señal, una señal para toda la gente, así que tenía que estar en el cielo, donde todos podían verla.

Ellos estaban buscando una señal de que el cielo y la tierra se estaban alineando. El pecado hace que el mundo esté desorientado y desalineado, y Dios trabaja para restaurar la alineación.
Ese es un tema poderoso en la Biblia.
Esto es lo que buscaban los Magos.
Esto es lo que los hizo sabios.
Cuando vieron la estrella en el cielo tuvieron que venir a su fuente y verla.

¿Qué buscaban que viajarían tan lejos, a pesar del peligro?
Un rey que podría reunir cielo y tierra, Dios y hombre.
Fueron a buscar a este nuevo rey en un palacio.
Los hombres de Oriente fueron a adorar, y fueron a hacerlo al lugar propio de un rey: el Palacio.
Y esto es importante, allí llegaron ellos con su búsqueda, era el lugar indicado: pues es propio de un rey nacer en un palacio, y tener su corte y súbditos.
Es signo de poder, de éxito, de vida lograda.
Y es de esperar que el rey sea venerado, temido y adulado, sí; pero no necesariamente amado.
Esos son los esquemas mundanos, los pequeños ídolos a los que le rendimos culto: el culto al poder, a la apariencia y a la superioridad. Ídolos que solo prometen tristeza, esclavitud, miedo.

Así que cuando los Magos le dicen a Herodes que están buscando a otro rey en su reino, él es perturbado - asustado, incluso.

Él no dio la bienvenida a la alineación del cielo y la tierra, porque eso significaría que sus caminos serían juzgados.

Así que él actúa como el político que es, lleno de buenas palabras, pero su corazón lleno de malicia hacia esta amenaza a su poder - un recién nacido!

También podemos contrastar a Herodes con Jesús.
Mientras el rey Herodes se aferraba al poder en su palacio, el Rey del Universo se estaba despojando del poder y había nacido en un establo.
El Hijo de Dios viajó del cielo a la tierra, pero Herodes no se molestó en recorrer seis millas para buscar al Mesías.
Tampoco los principales sacerdotes y los escribas.

¡Que extraño! Habían estudiado las Escrituras toda sus vidas.
Y cuando estos extraños extranjeros vinieron hablando de un Rey recién nacido, ¡ellos no se preocupaban suficiente por ir a ver por sí mismos!
Dada la misma información, Herodes trató de matarlo, los Reyes Magos vinieron a adorarlo, y los principales sacerdotes y escribas lo ignoraron.

Estas son las respuestas a Jesús cuando comienza su ministerio treinta años después. Algunos creen en él, otros se alejan de él, otros lo rechazan.
Nada ha cambiado hoy.
¿Cuál es su respuesta a Jesús?

Si ustedes le creen, actuarán como los Reyes Magos.
Buscarán a Cristo en la oración, las escrituras, el servicio y los sacramentos.

Los Magos, cuando ven al niño, presentan regalos: el oro para un rey; el incienso porque el niño es Dios; la mirra porque está destinado a ser un sacrificio.

Los mejores regalos son aquellos que revelan cuánto el donante entiende el receptor. Para presentar esos regalos, los Magos hicieron un largo viaje: desde el palacio de Herodes hasta el pesebre de Jesús.
De Jerusalén a Belén. Seis millas.
Fue precisamente ahí en el palacio de Herodes donde comenzó el camino más largo que tuvieron que andar esos hombres venidos de lejos.
Ahí comenzó la osadía más difícil y complicada.
Descubrir que lo que ellos buscaban no estaba en el palacio sino que se encontraba en otro lugar, no sólo geográfico sino existencial.
Allí, del palacio, veían la estrella que los conducía a descubrir un Dios que quiere ser amado, y eso sólo es posible bajo el signo de la libertad y no de la tiranía; descubrir que la mirada de este Rey desconocido ―pero deseado― que no humilla, no esclaviza, no nos sofoca.

Descubrir que la mirada de Dios levanta, perdona, sana.
Descubrir que Dios ha querido nacer allí donde no lo esperamos, donde quizá no lo queremos.
O donde tantas veces lo negamos.
Descubrir que en la mirada de Dios hay espacio para los heridos, los cansados, los maltratados, abandonados: que su fuerza y su poder se llama misericordia. Qué lejos se encuentra, para algunos, Jerusalén de Belén.
Puede que necesite toda una vida de caminar estos seis millas.

Herodes no puede adorar porque no quiso y no pudo cambiar su mirada. No quiso dejar de rendirse culto a sí mismo creyendo que todo comenzaba y terminaba con él.
No pudo adorar porque buscaba que lo adorasen.
Los sacerdotes tampoco pudieron adorar porque sabían mucho, conocían las profecías, pero no estaban dispuestos ni a caminar ni a cambiar.

Los magos anhelaban algo más que la misma vieja cosa.
Estaban acostumbrados y cansados de los Herodes de su tiempo.
Pero allí, en Belén, había promesa de novedad, había promesa de gratuidad.
Allí estaba sucediendo algo nuevo.
Los magos pudieron adorar porque tenían el coraje a caminar y postrándose ante el pequeño, postrándose ante el pobre, postrándose ante el indefenso, postrándose ante el extraño y desconocido Niño de Belén. Y allí descubrieron la Gloria de Dios.