Homilies
Ardiendo por El Señor 2022-8-14 P. Roberto
Homilía Para el Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario – Año C
Padre Roberto Corral OP
Iglesia de Santo Domingo, Los Ángeles, CA
14 de agosto de 2022
Título: Ardiendo por el Señor
Tema: Jesús quiere traer fuego al mundo y a nuestros corazones.
Lecturas: Jeremías 38:4-6, 8-10; Hebreos 12:1-4, Lucas 12:49-53
Nosotros que vivimos aquí en California ciertamente estamos familiarizados con el concepto de fuego, ¿no es así? Porque los incendios continuamente causan estragos a lo largo de nuestro estado durante los meses de verano, especialmente durante estos últimos años de sequía. Estos terribles incendios han cobrado la vida de muchos seres humanos y animales, han destruido innumerables hogares, han causado una terrible contaminación en el ambiente, han consumido miles de acres de preciosos bosques y y han destruido algunos de los árboles más ancianos y más grandes de la tierra. Es comprensible, por tanto, que hablar del fuego pueda invocar muchas imágenes negativas para nosotros.
Sin embargo, en la Biblia y en nuestra vida espiritual, el fuego puede ser una imagen muy positiva y útil; de hecho, el fuego puede incluso ser una imagen del mismo Dios. Por ejemplo, piensen en Dios hablándole a Moisés desde la zarza ardiente en el Libro del Éxodo, o la gran efusión del Espíritu Santo en Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles cuando descendió sobre los apóstoles, la Santísima Virgen y otros en lenguas de fuego. Entonces, el fuego puede ser una buena imagen para nosotros, incluso una imagen necesaria. Es bajo esta luz positiva que hoy quiero hablar sobre el fuego.
Nuestro Evangelio comenzó con Jesús diciendo a sus discípulos: He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” ¡Estas son palabras poderosas y emotivas! Para mí, invocan la imagen de atletas que intentan inspirarse a sí mismos y a sus compañeros de equipo antes de un partido crucial. o la imagen de innumerables películas que todos hemos visto donde el héroe quiere galvanizar a sus compañeros guerreros mientras se preparan para una batalla decisiva, y él o ella termina su discurso con un entusiasta “¿Están todos conmigo? ¡¡Entonces lancémonos!!" Y se van cabalgando para encontrarse con el enemigo. Estas palabras de Jesús no son solo una declaración, son un grito de guerra. Realmente creo que este pasaje del Evangelio nos da una idea del corazón mismo de Jesús; nos da un sentido de su pasión y un sentido de su misión: “¡He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”
Jesús dijo esas poderosas palabras en nuestro Evangelio hace 2000 años, pero también nos las está diciendo a ti y a mí aquí y ahora. O sea, nos está diciendo a cada uno de nosotros: “¡He venido a traer fuego a tu corazón, y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” Piensa en eso por un momento. Piensa en Jesús diciéndote a ti esas palabras, no a tu cónyuge o pareja sentado a tu lado; no a tus hijos, no a tus padres, no a la persona en la banca frente a ti, sino a ti? Tal vez no puedas imaginarlo en este momento por alguna razón, pero ¿alguna vez en tu vida has sentido a Jesús hablándote de esa manera? “¡He venido a traer fuego a tu corazón, y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”
Te aseguro que Jesús sí quiere traer fuego a tu corazón. Él quiere que tu corazón arda de amor por el Padre de la misma manera que su corazón de él. Él quiere que tengas una pasión por tu fe al igual que él. Pues, me atrevo a decir que la mayoría de nosotros aquí hemos estado ardiendo por algo durante nuestras vidas. Tal vez estabas ardiendo por los Carneros de Los Angeles en el Superbowl del febrero pasado; tal vez estés ardiendo por los Dodgers en este momento porque están jugando tan bien. o, tal vez tu corazón esté ardiendo por tu familia, por tu carrera o trabajo, por tu partido político o por alguna otra gran causa o persona en tu vida.
Y todas esas cosas son geniales para estar ardiendo porque estar ardiendo por algo nos da energía, pasión y vida. Estar ardiendo por algo o por alguien nos inspira a concentrarnos, a trabajar duro y a sacrificarnos.
La pregunta es, ¿obtienes ese mismo tipo de energía, pasión y vida de tu relación con Jesús y de tu fe católica? ¿Tu relación con Jesús te ha inspirado a concentrarte, a trabajar duro y a sacrificarte? Eso espero. Espero que haya momentos en tu vida en los que quieras saltarte de alegría. porque estás tan asombrado de lo que Dios ha hecho por ti, o porque estás tan agradecido de que Jesús te ama y murió por ti en la cruz, o porque has sentido que el Espíritu Santo te ha sacado de la oscuridad, la depresión, el miedo o la ansiedad en diferentes momentos de tu vida. Espero que haya habido momentos en los que realmente te hayas sacrificado y hayas trabajado duro precisamente por tu fe, y no simplemente para ganar más dinero o para mantenerte más ocupado. Espero que haya días o momentos en los que, por tu fe y tu amor apasionado por Dios, quieras decir: "¡Órale! ¡Órale! ¡Aleluya!” [Hacer un movimiento exagerado con los brazos]. O, para aquellos de ustedes que son más tranquilos e introvertidos, “Órale, órale, aleluya” [Hacer una versión mucho más moderada con las manos cruzadas].
Pero, sea como sea, si nunca te has sentido así, o si sientes que tu corazón no está ardiendo por el Señor y por tu fe, quizás haya una razón para eso. Lo capaz es que un fuego físico necesita combustible para arder; necesita algún material combustible para que se arranque y para que siga marchando. Y lo mismo ocurre con el fuego espiritual del que habla Jesús en el Evangelio de hoy: también necesita algo para arrancarse y para mantenerlo en marcha. Como católicos, somos muy bendecidos de tener tantos recursos que pueden ser combustible para el fuego de Jesús: la oración, las Escrituras, los sacramentos, innumerables devociones, las vidas inspiradoras de tantos santos diferentes oportunidades para retiros, para compartir la fe y para servir a los demás, libros, revistas, podcasts, videos, etc.
Pero, el elemento clave que es necesario para que Jesús traiga fuego a tu corazón o lo haga arder más, es el deseo. Tienes que quererlo, y tienes que pedirlo. Eso es todo lo que Jesús quiere de ti; eso es todo lo que necesita de ti; simplemente tienes que decirle: “Señor, aquí estoy; ven a mí, trae tu fuego a mi corazón…Haz crecer en mí el fuego de tu amor.” Entonces, ¿estás dispuesto a hacer eso? ¿Estás dispuesto a dejar que Jesús traiga fuego a tu corazón?
Ahora, por favor, comprende que esto no significa que tengas que convertirte en un fanático que solo habla de Dios, la Iglesia y la religión. Conozco personas así, y pueden ser realmente molestas y aburridas. Tampoco significa que siempre tengas que estar emocional y exuberante con tu fe o que nunca puedas luchar con tu relación con el Señor.
Más bien, tener un corazón ardiendo por Jesús significa simplemente ponerlo a él en el centro de tu vida para que todas tus alegrías, tristezas, esperanzas, sueños y amores fluyan de él y por él. Significa ser consciente del amor, la bondad y la presencia de Jesús en tu vida, Y estar dispuesto a dejar que Jesús te utilice para llevar su amor y bondad a los demás.
Mis hermanos y hermanas, nuestra Iglesia Católica no necesita, y Jesús ciertamente no quiere, más católicos tibios y aburridos, ya tenemos demasiados de ellos. Jesús quiere más católicos que estén ardiendo por él y por su fe. Jesús está parado o sentado a tu lado en este momento y todos los días, y te está preguntando, "¿Me dejarás traer fuego a tu corazón?" ¿Cuál es tu respuesta?
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