St. Dominic Catholic Church

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Homilies


No Hay Santo Sin Pasado, Ni Pecador Sin Futuro 16° Domingo Año A 2020-7-19 P. Roberto

 

 

Homilía para el 16° Domingo – Año A
P. Roberto Corral, OP 
Iglesia Santo Domingo, Los Angeles, CA
19 de julio 2020

Título: No Hay Santo Sin Pasado, Ni Pecador Sin Futuro
Tema: Todos somos santos y pecadores, trigo y cizaña; y Dios puede utilizar a todos nosotros para su gloria.
Lecturas: Sabiduría 12:13, 16-19; Romanos 8: 26-27; Mateo 13: 24-43 o 13: 24-30

Me gustaría comenzar hoy por hacerles un pequeño examen. ¡No se pongan nerviosos! ¿Qué tienen en común las siguientes personas: Moisés, el rey David, Santa María Magdalena, San Pablo, San Agustín, Santa María de Egipto y Santa Olga de Kiev? La respuesta es que todos cometieron pecados serios – algunos cometieron pecados terribles. Por ejemplo, 
Moisés y el rey David eran asesinos.
María Magdalena tuvo siete demonios expulsados de ella. La Biblia no explica qué tipo de demonios eran, pero implica que sus pecados eran muy serios. 
San Pablo, básicamente, era un terrorista que perseguía a los cristianos. 
San Agustín, por muchos años, llevó una vida desordenada e inmoral. 
Vivió con su novia durante quince años y tuvo un bebé con ella, y nunca se casaron. 
Santa María de Egipto fue una seductora que, en alguna ocasión mientras navegaba en un barco en peregrinación a Tierra Santa, ¡sedujo a toda la marinería de la nave y a todos los peregrinos antes de que aterrizaran! ¡Imagínense! 
San Olga masacró a los hombres, mujeres y niños de una tribu que había matado a su marido.

Todas estas personas eran pecadoras, la mayoría eran pecadores notorios. En otras palabras, en el lenguaje de la primera parábola en el Evangelio de hoy, eran definitivamente "cizaña" terrible. Sin embargo, Dios de todos modos los perdonó, los cambió y los utilizó para hacer grandes cosas en su nombre. 

Por lo tanto, lo primero que quiero decir hoy acerca de nuestras lecturas – especialmente el Evangelio – es que son una gran noticia llena de esperanza para todos nosotros porque demuestran que nadie está demasiado perdido para Dios. Así que, no le hace cuántas decisiones malas hayas hecho, cuántas personas hayas herido o cómo hayas violado las leyes de Dios y de los hombres, Dios todavía está dispuesto a recibirte con brazos abiertos si pides sinceramente su perdón y tratas de cambiar tu vida. Y luego, como los profetas y santos que mencioné hace unos momentos, Dios puede utilizarte a ti para hacer cosas asombrosas para él, sin importar quién hayas sido o lo que hayas hecho. Como dijo el mismo San Agustín: "No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro". 

La segunda cosa que quiero decirles sobre esta parábola del Evangelio es que nos recuerda que todos somos una mezcla de trigo y cizaña. Cada religión, cada parroquia, cada familia, cada organización humana, cada uno de nosotros aquí es una mezcla de lo bueno y lo malo, de la luz y la oscuridad. Todos tenemos una gran capacidad en nosotros, tanto para hacer el bien como para hacer el mal. 

Algunos de los Padres de la Iglesia – los grandes pensadores y teólogos de los primeros siglos de la Iglesia – dijeron que todos tenemos dentro de nosotros dos corazones: un corazón grande y un corazón pequeño. El corazón grande es aquella parte de nosotros que puede ser tan buena, generosa, amorosa y perdonadora, que nos hace querer ser como la Madre Teresa de Calcuta, o aun como el mismo Jesús, y querer ayudar a todos y salvar al mundo entero. ¡Pero también hay esos momentos cuando alguien se mete en frente de nosotros en la carretera y les decimos una maldición o les hacemos un gesto con el dedo! O sea, hay momentos en los que podemos ser tan mezquinos, arrogantes, egoístas y simplemente crueles. Eso es cuando estamos actuando desde nuestro corazón pequeño en lugar de nuestro corazón grande. Nuestro desafío como discípulos cristianos es en primer lugar aceptar el hecho de que ninguno de nosotros aquí es 100 % trigo puro y bueno – ni siquiera ustedes viejitas piadosas que están mirando desde sus casas – todos tenemos cizaña en algún lugar dentro de nosotros. 

Y en segundo lugar, tenemos que dejar de enfocarnos en la cizaña de otras personas; 
tenemos que dejar de pensar o decir cosas como: “Aquel tipo es el problema; aquella mujer es un caos; aquellas personas son las que debemos sacar de aquí; entonces estaríamos bien.” 
En vez de pensar así, tenemos que arrancar las malas hierbas de nosotros mismos. ¿Amén? ¡Amén! 

Tal vez primordialmente, Jesús utiliza esta parábola en el Evangelio de hoy para enseñarnos no tanto acerca de nosotros mismos o de otras personas, sino para enseñarnos acerca de Dios. 
Dios se presenta como el Dueño del campo que, por un lado, parece no ser muy eficiente; parece que no está muy preocupado por la cizaña que hay en su campo. Pero, sobre todo es paciente, compasivo y perdonador. Él es el que dice: "Espera, no arranques aún la cizaña; puede ser que haya algo bueno allí." 

Jesús nos enseña que Dios ve el cuadro más grande; de hecho, Dios todo lo ve, a diferencia de nosotros que a veces podemos estar tan atrapados en nuestras propias perspectivas tan pequeñas y limitadas. En realidad, lo que tan a menudo vemos es sólo una pequeña parte de todo lo que hay en cualquier persona o en cualquier situación. Y, aparte, podemos concentrarnos tanto en la "cizaña" en el mundo, en la Iglesia, en los demás y en nosotros mismos que, a veces, eso es todo lo que podemos ver. Podemos olvidar que la gracia y el amor de Dios pueden penetrar incluso al corazón más endurecido, la situación más difícil, el jardín más lleno de cizaña – y sacar el bien. 

Afortunadamente, nuestro Dios mira más allá de nuestros peores momentos cuando realmente somos cizaña, y ve el potencial para el bien que hay en nosotros. Él ve que, como Moisés, el Rey David, Santa María Magdalena, San Pablo, Santa Olga y el resto de ellos, también nosotros podemos llegar a ser trigo más que cizaña; que nosotros también podemos llegar a ser profetas y santos. Si Dios puede utilizar pecadores y personas tan defectuosas como las que he mencionado, seguramente él puede utilizar a ti y a mí para sus propósitos y para su gloria. 
Verdaderamente, hermanos y hermanas, "no hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro".