St. Dominic Catholic Church

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Homilies


Bautizados en el Eterno Dios-Pascua 2022 P. Roberto

Homilía para el Domingo de Pascua
Padre Roberto Corral OP
Iglesia de Santo Domingo, Los Angeles, CA
17 de abril de 2022

Título: Bautizados en el Eterno Dios
Tema: Somos bautizados en el Dios eterno que triunfó sobre la muerte.

Uno de los obispos de la Arquidiócesis de Los Ángeles se llama Monseñor Roberto Barron.
Es el obispo del área de Santa Bárbara, y es bien conocido por sus muchos videos en YouTube sobre la fe católica. Bueno, hace unos años, dio una charla, y me llamó la atención el título de la misma; fue: “Estoy de acuerdo con los ateos”. Pensé: “Vaya, ¿un obispo católico está de acuerdo con los ateos? ¡Tengo que escuchar esto!” Entonces, fui a la charla, y esto es básicamente lo que dijo. Cuando la mayoría de los ateos dicen que no creen en Dios, están hablando de un dios que es simplemente un súper ser grande y físico en el universo a quien los seres humanos deberíamos poder detectar y medir mediante algún tipo de evidencia física y mediante investigación o experimentación científica. Y el obispo Barron dijo: “Estoy de acuerdo con estos ateos porque ese tampoco es el Dios en el que creo yo”.

El punto del obispo Barron fue que nuestro Dios cristiano no es simplemente un gran ser superior que la ciencia pueda medir o detectar; él no es simplemente otra cosa en este universo entre todas las otras cosas como las estrellas, las galaxias y los agujeros negros. Al contrario, nuestro Dios cristiano es el ser mismo, el fundamento mismo de toda existencia, está fuera del universo debido a que él lo creó, está fuera del tiempo y el espacio, no puede ser medido o detectado por nuestras pequeñas mentes humanas; como dijo San Agustín en el siglo V, está más allá de todo lo que podamos imaginar. Ese es el Dios en quien creemos los cristianos. ¿Amén? ¡Amén!

Pero, al mismo tiempo, el Dios en el que creemos, el Dios que celebramos en nuestra fe cristiana católica durante todo el año y, especialmente el Jueves Santo, el Viernes Santo y hoy, domingo de Resurrección, es también el Dios que se hizo uno de nosotros, que vivió entre nosotros, y que sufrió y murió por nosotros hace 2000 años. Y nuestro Dios hizo todas estas cosas por una razón: porque nos ama. Eso significa que nuestro Dios tampoco es solo una fuerza ambigua e impersonal como la electricidad o la gravedad o como la "fuerza" en las películas de Guerras Galácticas. Más bien, nuestro Dios infinito, eterno y todopoderoso es una persona que ama a todos los seres humanos, desde Vladimir Putin hasta tú y yo, porque nuestro Dios es amor. Dios no solo tiene amor; Dios no solo da amor; ¡Dios es amor! ¿Amén? ¡Amén!

Como acabamos de celebrar el Viernes Santo, Jesús, que es el Dios por quien y para quien todo fue creado, eligió experimentar la plenitud de nuestra vida humana, incluyendo el sufrimiento y la muerte: una muerte horrible a manos de las mismas criaturas que había creado. Jesús pasó por el Viernes Santo para mostrarnos cuánto nos ama, que nos ama lo suficiente como para sufrir y morir por cada uno de nosotros. Pero, por supuesto, la historia no termina ahí porque el amor de Dios no termina ahí. El amor de Dios resucitó a Jesús de entre los muertos porque el amor de Dios no es solo tierno, compasivo y misericordioso; El amor de Dios también es poderoso. Es lo suficientemente poderoso como para crear el universo, y es lo suficientemente poderos como para vencer todo odio, pecado, maldad e incluso la muerte.

Mis hermanos y hermanas, esto es lo que celebramos hoy en Pascua. La Pascua no se trata de conejitos de Pascua o huevos de Pascua o de llevar un vestido bonito o de salir a comer con la familia. Todas esas cosas son geniales y divertidas y está bien disfrutarlas. Pero la Pascua no se trata de ninguno de ellas. La Pascua se trata de Jesús resucitado de entre los muertos. Al resucitar a Jesús de entre los muertos, Dios nos muestra que el amor siempre vencerá; que el Viernes Santo, que el odio, el pecado, la maldad, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra. Dios tiene la última palabra, y, por tanto, la vida tiene la última palabra; el amor tiene la última palabra. 
Jesús no venció el mal atacándolo con violencia; Jesús venció el mal por amarlo hasta la muerte.

Y, de esta manera, Jesús nos muestra el camino y el patrón que debemos seguir en nuestras vidas.
Él nos mostró que nosotros también debemos abrazar de alguna manera el sufrimiento y la muerte que llega a nuestras vidas, no porque Dios nos esté castigando, sino porque esa es la única forma en que puede transformarnos. Si queremos experimentar la plenitud del amor de Dios por nosotros, tenemos que morir a nosotros mismos y desprendernos de todo lo que hay dentro de nosotros que no sea de Dios. Si queremos experimentar la vida nueva y la alegría de la resurrección pascual, también tenemos que estar dispuestos a experimentar la oscuridad, el sufrimiento y la muerte del Viernes Santo. El proceso de nuestra transformación como cristianos es siempre la muerte transformada, no la muerte evitada; no es la muerte o la resurrección; es la muerte y la resurrección; es Viernes Santo y Pascua.

Todo lo que he dicho hasta ahora es muy importante para que lo entendamos en términos de nuestra fe. Porque todo lo que he dicho hasta ahora significa que cuando tú y yo nos fuimos bautizados – por mucho tiempo que haya pasado – no fuimos simplemente bautizados en nuestra parroquia local; no solo fuimos bautizados en la Iglesia Católica, ni solo en nuestra fe cristiana.
Fuimos bautizados en el mismo corazón, en la misma vida de nuestro Dios que es amor. En tu bautismo fuiste sumergido en el misterio de este Dios que está infinitamente más allá de ti y, al mismo tiempo, que está más cerca de ti que tú mismo; el Dios que te amó y te hizo existir por su amor, que ha caminado contigo en cada momento de tu vida, el Dios que murió por ti y tus pecados el Viernes Santo y resucitó el Domingo de Resurrección; el Dios que te llamó a ese momento de tu bautismo donde moriste y resucitaste con él, y donde te dijo: “Tú eres mío, y yo soy tuyo… para siempre”.

Para todos los que estamos aquí en Misa hoy o viendo en línea, esta celebración pascual es para nosotros una oportunidad de fortalecer y profundizar nuestro bautismo. Es una oportunidad para que estemos de acuerdo con los ateos y proclamemos que nuestro Dios no es solo un gran ser superior o simplemente una fuerza impersonal en el universo, sino que es el ser mismo, que está más allá de todo lo que podamos imaginar y, al mismo tiempo, que es una persona que nos ama y que está más cerca de nosotros que nosotros mismos. Ésta es nuestra oportunidad de volver a comprometernos con nuestro Dios, quien nos eligió en nuestro bautismo, y de responderle:
“Sí, Señor, tú eres mío y yo soy tuyo… para siempre”.

Ésta es nuestra oportunidad de decir un sincero “gracias” al Dios que murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos; de decir: “Yo creo”, al Dios que nos dice: “Esto es mi Cuerpo...esta es mi sangre” cuando recibimos la Eucaristía. Hoy es nuestra oportunidad de profundizar nuestra fe en que nuestro Dios camina con nosotros en todas nuestras luchas y que siempre nos llevará a través de estos Viernes Santos de nuestras vidas a la Pascua de nueva vida y nuevas posibilidades. ¿Amén? ¡Amén!