St. Dominic Catholic Church

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Homilies


Dios y Nosotros en Vez de Dios y Yo 2022-7-3 P. Roberto

 

 

Homilía para el 14º Domingo del Tiempo Ordinario – Año C + Fin de Semana del 4 de Julio
Padre Roberto Corral OP
Iglesia de Santo Domingo, Los Ángeles, CA
3 de julio de 2022

Título: Dios y Nosotros en Vez de Dios y Yo
Tema: Jesús quiere que edifiquemos el Cuerpo de Cristo y que compartamos nuestra fe con los demás en lugar de encerrarnos en nosotros mismos.
Lecturas: Isaías 66, 10-14; Gálatas 6, 14-18; Lucas 10, 1-12, 17-20

Durante mis años como sacerdote, varias personas me han dicho que no necesitan ir a misa los domingos porque simplemente pueden orar a Dios solos en casa. ¿Alguien te ha dicho eso alguna vez? Es cierto que ellos – y todos nosotros – podemos orar a Dios en cualquier lugar y en cualquier momento; no tenemos que venir a Misa para rezar a Dios. Sin embargo, me pregunto si realmente se toman un tiempo de calidad para estar con Dios en los domingos, o si quedarse en casa es simplemente una excusa para que hagan lo que quieran y lo llamen oración.

Pero, supongamos que en realidad rezan en casa en lugar de venir a Misa; yo diría que todavía se pierden mucho. Lo que es más importante, se pierden recibir la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, nuestro Señor, que es insustituible, más grande y más poderosa que cualquier oración privada. Pero otra cosa importante que se pierden al no venir a Misa es estar con nosotros, la comunidad, la Iglesia; estar con el Cuerpo de Cristo. Se pierden orar y cantar juntos como comunidad, escuchar la palabra de Dios en las Escrituras y profesar nuestra fe como comunidad; se pierden la edificación del Cuerpo de Cristo con el Saludo de la Paz,
con nuestras sonrisas, nuestra energía y nuestra interacción antes, durante y después de la Misa.

Hermanos y hermanas, hay algo muy importante que sucede aquí cuando adoramos juntos en la Misa que simplemente no puede suceder cuando estamos solos. En otras palabras, hay una dimensión comunitaria de nuestra fe que es esencial y que no podemos ignorar, porque la verdad es que, somos más fuertes, mejores y más santos juntos de lo que podemos ser solos.
No podemos ser el Cuerpo de Cristo sin los demás. Y Jesús nos llama a ser el Cuerpo de Cristo, no solo un grupo de individuos. La fe que Jesús enseñó a sus discípulos y que se nos ha pasado a nosotros, nuestra fe cristiana católica, no es, y nunca ha sido, solo una fe privada de "Dios y yo".
Al contrario, siempre ha sido una fe comunitaria que, en primer lugar, nos une unos con otros, y luego nos impulsa hacia los demás, a rezar con ellos, compartir con ellos, servirles, edificarlos y ser edificados por ellos.

Este impulso de nuestra fe hacia el exterior es muy evidente en el Evangelio de hoy, donde Jesús envía a 72 de sus discípulos. En primer lugar, fíjense que los envía en parejas, no solos,
para que puedan apoyarse uno a otro y trabajar juntos, como una pequeña comunidad, mientras proclaman a los demás que el reino de Dios está presente. Entonces, cuando esos discípulos regresan a Jesús al final del Evangelio de hoy, están llenos de alegría porque han visto a Dios obrar en sus vidas y en las vidas de los demás; se han dado a los demás y, por eso, también han recibido algo.

Realmente creo que esto es lo que Jesús quiere también para todos nosotros: quiere que tengamos esa misma alegría de ver a Dios obrar en nuestra vida y en la vida de los demás;
la alegría de darnos a los demás y de recibir de ellos. Y, mis hermanos y hermanas, Jesús quiere esto para nosotros, especialmente cuando venimos a Misa. Aquí en la Misa, Jesús ciertamente quiere que recibamos bendiciones, gracia, paz y energía; pero también quiere que demos bendiciones, gracia, paz y energía; que demos de nuestra parte en la Misa, para que los demás puedan recibir lo que necesitan de él y de nosotros. Eso significa que venimos a Misa no como individuos aislados o como grupos aislados de personas, sino como el Cuerpo de Cristo adorando a Dios juntos. Es por eso que, en la Misa dominical, no puedo quedarme dentro de mi pequeño mundo de Dios y yo o de Dios y la gente con la que vengo; en la Misa dominical siempre tengo que tomar en cuenta Dios y toda la comunidad. La Misa no es culto privado; es culto comunitario. Ahora bien, ciertamente, debe haber momentos de reflexión y de oración privada durante la Misa donde podamos estar a solas con Dios; pero el enfoque general y principal de la Misa es celebrar nuestra fe como comunidad, no como individuos en privado.

Y es también por eso que la Misa se trata mucho más de dar que de recibir. Si vienes a Misa solo para recibir, estás perdiendo el punto de la Misa. Tú y yo somos llamados por Jesús a venir a Misa por tres razones. Primero, venimos a Misa para darle a Dios el tiempo, la alabanza y el agradecimiento que él merece de nosotros. Segundo, venimos a Misa los unos por los otros; estamos aquí para orar por y orar con los demás y para edificar esta comunidad. Luego, por último, venimos a Misa por nosotros mismos y nuestras propias necesidades. Tiene que ser en ese orden. Creo que muchos de nosotros olvidamos esa segunda dimensión comunitaria de nuestra Misa. Entonces, cuando vengas a Misa, primero que nada, ven a tiempo y no te vayas temprano, y luego ven dispuesto a cantar, a orar, a sonreír e interactuar con otros, ¡a pesar de la pandemia y la necesidad de usar mascarillas y mantener distanciamiento social!

Nuevamente, por un lado, todos necesitamos tener una relación personal e íntima con nuestro Dios, y para hacer eso, debemos alimentar nuestra vida espiritual interior. Sin embargo, nuestra fe católica está destinada en última instancia a impulsarnos hacia los demás en amor y servicio;
nuestra fe nunca tiene la intención de aislarnos y encerrarnos solo en nosotros mismos. Como dije antes, nuestra fe nunca puede ser sola una fe privada de Dios y yo; siempre tiene que ser una fe comunitaria de Dios y nosotros.

Y es por eso que nuestra fe no puede detenerse aquí en Misa. Ese impulso externo de nuestra fe está especialmente destinado a que llevemos el poder, la gracia, el amor y la paz de Jesús que recibimos en la Misa a nuestro mundo. Tenemos que recordar que cada bendición que recibimos de Dios en la Misa, y cada bendición que recibimos de Dios en nuestras vidas en general, nunca es solo para nosotros; Dios siempre nos la da para que podamos compartirla de alguna manera con los demás. Entonces, al final de esta Misa y de cada Misa, Jesús nos envía tal como envió a esos 72 discípulos en el Evangelio de hoy. Él quiere que tomemos lo que hemos recibido de él y de los demás aquí, y que lo compartamos con nuestros seres queridos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, compañeros de escuela e incluso con nuestros enemigos.

Este fin de semana, hay un misionero del Caribe llamado P. Celestino que ha estado hablando en todas nuestras misas en inglés. Desafortunadamente, él no habla español, por lo que no está en nuestra Misa hoy. Sin embargo, me gustaría pedirnos que apoyemos su trabajo misionero en el Caribe con nuestras oraciones y nuestra ayuda financiera. El trabajo de misioneros como el P. Celestino en tierras extranjeras es otro ejemplo del impulso hacia el exterior que nuestra fe católica ha tenido siempre desde un principio; es una fe que está destinada a ser compartida con otros. Entonces, les pido que sean generosos en apoyar al P. Celestino por sus oraciones y por su donación económica. Habrá una segunda colecta después de la comunión hoy con este propósito. Utilicen los sobres especiales en las bancas para su donación.

En fin, mis hermanos y hermanas, nuestra fe nunca puede ser sólo una fe privada de Dios y yo; 
siempre tiene que ser una fe comunitaria, una fe impulsándonos hacia los demás; una fe de Dios y nosotros.